La marcha de las mujeres hace ocho días en distintas ciudades del país contra los feminicidios y la violencia de género, ha vuelto a encender nuevamente los focos rojos de los excesos del machismo y de la inseguridad de los hombres ante el sexo femenino. La violencia presenta cifras escalofriantes.
Un estudio de Naciones Unidas Mujeres y la Secretaria General de este organismo expresa que han aumentado 92.9 por ciento el total de homicidios contra mujeres en los últimos siete años. El crimen que atrae los reflectores es el feminicidio, en el cual en México se ubica por encima de la media mundial. En Oaxaca estamos todavía más arriba. En el país hay una tasa de 3.2 crímenes por cada 100 mil mujeres. Esto es lo que llega a las estadísticas. Lo que no se conoce multiplica estas cifras.
La violencia contra las mujeres es algo que todos conocemos y hablamos de ella por experiencia propia o por referencias cercanas, es algo que está en la sociedad, en las calles, dentro de los círculos familiares, de mil maneras se presenta: con indiferencia, con mal trato, con agresiones físicas y verbales y sobre todo con una posición de supremacía del macho. Lo grave de esta forma cotidiana de existencia, es que se da casi en automático y la pareja lo acepta.
En la mayoría de los casos la mujer que es violentada no presenta ninguna queja, ni siquiera a su familia, mucho menos a las autoridades; se dan casos en que en los juzgados las mujeres ante secretarios a agentes del ministerio público, son “apercibidas” de que una denuncia puede generar más violencia contra ellas y que los hombres desde la cárcel pueden organizar una venganza. Ante esas “recomendaciones” retiran la acusación y lo que es más grave, en muchas ocasiones, vuelven con el agresor.
El secretario de Gobernación Miguel Ángel Osorio Chong declaró en Coahuila, que en un altísimo porcentaje cuando hay violencia contra la mujer y hay una reconciliación, esta termina en homicidio contra la mujer. Solicitó que los códigos penales se uniformen en los castigos contra los agresores.
Con base en estadísticas pidió que se legisle contra este tipo de reconciliaciones. Hay algunos estados e instituciones que han hecho circular un violentómetro en el cual se mide el grado de agresiones y las formas en que ésta se manifiesta, el resultado es verdaderamente aterrador, hay formas encubiertas de violencia cotidianas muchas veces encubierta de caricias y muestras de afecto pero que esconden una agresión, peor que la violencia externa, porque es encubierta y cotidiana.
Las mujeres que marcharon hace ocho días y el gobierno a través de Osorio Chong, han hecho un llamado para hacer un frente común en la defensa de las mujeres y en contra de los agresores de éstas. Nunca va a faltar un loco o trastornado que las violente, pero es urgente que la discriminación y la violencia contra las mujeres deje de ser una constante en la cultura mexicana.
Ayotzinapa
Ya no es noticia. La crisis estructural del caso de los 43 desaparecidos hace 582 días en Ayotzinapa, no tiene para cuándo acabar y cada nuevo episodio hunde a la Procuraduría y al gobierno de Enrique Peña Nieto en un abismo sin fondo.
La comisión de expertos que en teoría venía a coadyuvar en las investigaciones se convirtió en el peor enemigo del trabajo realizado, sacó a la luz todas las irregularidades que se habían dado en la investigación y como número final le ponen la puntilla al trabajo acusando al director de Investigación Criminal Tomas Zerón, de una serie de irregularidades en sus investigaciones. Trabajo que por ley tenía que guardar ciertos protocolos.
El error para el desgobierno de la República, según uno de sus voceros, mi amigo Roberto Vizcaíno, es que los expertos en lugar de coadyuvar con discreción y trabajar en forma solidaria, cada error que encontraban lo publicitaban. De esa manera se fueron convirtiendo en los peores enemigos de una investigación y de una verdad histórica muy a la mexicana y lógica, que había creado el procurador Jesús Murillo Karam, hasta llegar a colapsarla.
Fin