*Algunas partes de este texto han sido publicadas antes en Sinembargo.mx

 

 

Peña Nieto es un presidente rotundamente desaprobado. 7 de cada 10 mexicanos lo rechazan. Su gobierno ha sido tan malo que no ha faltado quien afirme que los mexicanos extrañamos a Felipe Calderón, o que el panista ha sido “el mejor presidente en la historia de México”.

 

Desde luego que los partidarios del PAN son los primeros en festinar el sexenio encabezado por este ex mandatario. De acuerdo con una encuesta reciente del periódico Reforma (21/06/2016), 84% de los panistas tienen una opinión favorable de este ex presidente. La devoción de los simpatizantes del PAN hacia Felipe Calderón es comparable con la de los simpatizantes del Partido Republicano hacia George W Bush. Este apoyo, rayano en el fanatismo y análogo al que tanto se critica a los seguidores más devotos de López Obrador –los llamados “pejeliebers”-, no es inocuo: la esposa de Calderón, Margarita Zavala, está luchando por ser primero candidata del PAN y, luego, presidenta. Es decir, si todo sale bien para los “calderonliebers” -y mal para los mexicanos-, el grupo calderonista podría regresar a Los Pinos en 2018.

 

“La memoria –decía Reyes Mate- es justicia porque reabre el archivo y coloca como causa pendiente la respuesta a las injusticias pasadas”. Si la memoria es justicia, el olvido es injusticia. Seamos entonces justos y recordemos algunos aspectos de la presidencia de Felipe Calderón, quién no será recordado, como Luis Echeverría o José López Portillo, por ocasionar devaluaciones monetarias; pero sí debe pasar a la historia como un presidente que devaluó profundamente la vida de sus gobernados.

 

Uno de los grandes logros que se le atribuye a Caderón es haber manejado la economía con pulcritud. Se le alaba que durante su gobierno el peso se haya mantenido fuerte y que le adeuda haya incrementado en menor proporción que en los cuatro años de Peña en la presidencia. Esto es cierto, pero sólo si se mira en términos relativos. En realidad, durante el gobierno de Calderón el peso se devaluó 17% y la deuda total se incrementó en ¡210% (Forbes, 25/03/2013), llegando a un máximo histórico. El sexenio 2006-2012 dejó saldos deprimentes en materia económica. Cuatro elementos fundamentales dan cuenta de ello. El crecimiento económico entre 2007 y 2012 fue de 1.96% en promedio, el menor de los últimos 24 años (El Universal, 18/06/2012) y, de su mano, la economía informal aumentó 22% (Expansión, 24/08/2012).

 

Sin embargo, propongo dejar de lado estos indicadores, que son necesarios para la estabilidad a largo plazo, aunque inútiles si no se traducen en beneficio material para millones de seres humanos. Mucho más sensible para millones de seres humanos resulta la disminución notable de su calidad de vida durante el gobierno calderonista. En tan sólo seis años el poder adquisitivo de los mexicanos cayó ¡42%! (Sinembargo.mx, 7/05/2012) y la población afectada por la pobreza aumentó en 7 puntos porcentuales (Sinembargo.mx 18/09/2012). Es muy engañoso asegurar que eventualmente el beneficio de una política económica se sentirá en los bolsillos de la gente. El problema es que llevamos décadas escuchando lo mismo y que, como diría el clásico, en el largo plazo, todos estaremos muertos.

 

Por otra parte, se critica mucho, y con razón, la desastrosa gestión de Peña Nieto en materia de justicia y corrupción. Pero, de nuevo, Calderón sólo puede ser considerado referente en estos ámbitos si se le compara con Peña. Durante su gobierno, lejos de ser combatidas la corrupción y la impunidad se mantuvieron intocadas –recordemos el saqueo al ISSTE, el engaño de los detectores moleculares o fraude en la CFE-. Calderón permitió también que la aerolínea Mexicana fuera llevada a la quiebra en beneficio de su propietario y de Aeroméxico, su principal competidor. Directivos de ambas empresas estaban relacionados con el ex presidente (Proceso, 13/02/2012). La impunidad prevalente quedo exhibida en casos indignantes como el de la guardería ABC. También se ha mencionado con existencia los pactos de impunidad que permitieron operar a sus anchas a gobernadores de todos los partidos. Lo cierto es que el gobierno federal nunca utilizó las herramientas a su alcance para combatir auténticos atracos de caciques locales. Tampoco quiso limpiar su propia casa: aún hoy siguen saliendo decenas de casos delegados federales calderonistas que se apropiaron de tierras, autorizaron ecocidios o maquinaron fraudes al amparo de sus cargos.

 

Pero sin duda la decisión de Felipe Calderón que marcó más profundamente a nuestro país fue su mal llamada “guerra contra el narco”. Ondeando la bandera de “el fin justifica los medios”, traducido coloquialmente en su tristemente célebre “haiga sido como haiga sido”, Calderón emprendió una suerte de “guerra justa” irracional y unilateral contra los cárteles de la droga. Incluso concediendo que el objetivo de esta guerra fuera legítimo o alcanzable, su resultado está a la vista: no sólo no logró disminuir el consumo o el tránsito de drogas –fines éticamente cuestionables-, sino que su sexenio murieron más de 70,000 seres humanos, desaparecieron 20,000 personas, se vieron obligados a desplazarse 250,000 y el país quedó sumido en una espiral de violencia. México, un país en vías de pacificación antes de que Calderón lanzara su guerra, terminó convertido en una de las regiones más violentas del mundo. Las pérdidas humanas fueron escalofriantes y, con excepción de los usuales beneficiarios económicos o políticos de la política prohibicionista, la mayoría de los mexicanos no ganamos absolutamente nada con ésta.

 

Hay quienes piden, como Margarita Zavala, que nos olvidemos todo este sufrimiento y que reconozcamos que es preciso aplaudir el “valor” con que su marido hizo frente a los narcotraficantes. Uno puede tener el coraje para entrar a la jaula de un zoológico a combatir al tigre residente cuerpo a cuerpo, pero este atrevimiento no hace que esta decisión sea mínimamente sensata. Aristóteles consideraba que la valentía puede aparentar estar inspirada por el coraje cuando ésta viene acompañada de elección y racionalidad. Sin embargo, la valentía y coraje son distintos. Para este filósofo griego atacar irracionalmente como consecuencia del dolor, del miedo o del coraje sin prever nada terrible es propio de las fieras o de animales como los asnos. La “guerra de Calderón” no tiene, por tanto, nada de valiente. Su coraje sí tiene mucho de irresponsable y su perdón es innegociable. Lo peor que puede pasar a un ser humano como consecuencia de la irracionalidad de decisiones que sólo afectan a su persona es la muerte. Por la fiereza de Felipe Calderón han tenido que pagar decenas de miles de mexicanos.

 

Durante el gobierno de Calderón también se deterioraron las garantías de protección a la dignidad humana. Las violaciones a los derechos humanos derivados de esta política bélica han sido ampliamente documentadas. Durante su sexenio la tortura se incrementó exponencialmente (Amnistía Internacional, 2012), las víctimas de la violencia fueron deshumanizadas y divididas entre “criminales” y “daños colaterales (La Jornada, 13/03/2010)” que terminaron por ser ignorados o traicionados (Proceso, 23/06/2013). ¡Calderón ni siquiera llevaba cuenta de los desaparecidos! También propuso una ley que incluía un apartado, afortunadamente no aprobado, en el que se confería a los cuerpos policiacos facultades para catear nuestros domicilios sin orden judicial (La Jornada, 23/09/2011).

 

Finalmente, los panistas que añoran el regreso del ex presidente vía su esposa deberían considerar las crecientes evidencias que apuntan hacia un pacto entre Calderón y el PRI para descarrilar a Josefina Vázquez Mota y a AMLO y permitir la llegada de Peña Nieto Los Pinos. Felipe Calderón hundió a su partido al tercer lugar nacional y habría sacrificado a su candidata con tal de garantizar su futuro personal. Sin Calderón no hubiera ganado Peña.

 

Suponer que México era un país de ensueño hasta hace cuatro años es ignorar las evidencias contundentes que indican lo contrario. En términos generales nuestro país se descompuso entre 2006 y 2012 y, en términos muy particulares, se convirtió en el campo de guerra que hoy todos conocemos. Centrar nuestras esperanzas en regresar al poder al grupo de personas que dirigió esta espiral decadente es garantía de que, al para la mayoría de los mexicanos, nada cambiara para bien a partir de 2018.

 

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