Si alguien me pidiera escribir un titular que resumiera lo que pasó el 8 de noviembre en los Estados Unidos, el mío sería: “El Estado de Israel se instala en la Casa Blanca”.

Sobran los que dirán que puede ser una exageración, pero los hechos apuntan a que la sorpresiva victoria de Donald Trump no es ajena al apoyo que poderosos miembros del Estado de Israel le dieron al magnate inmobiliario.

Para nadie es un secreto que desde hace algunos años, los israelíes se sentían poco cómodos con la relación que tenían con el presidente Barack Obama y su consejero Bill Clinton, en el sensible tema del conflicto entre Israel y Palestina.

Algunos de los más poderosos intereses de la comunidad judía internacional exigían una posición más contundente respecto al diferendo, no solo con los palestinos, sino con Hammas y el amenazante ISIS.

Pero esos líderes de Israel no encontraban en los demócratas la respuesta que esperaban. Los sentían tibios frente a las exigencias y las amenazas de los musulmanes y su brazo terrorista radical.

Por eso se dibujó detrás de la candidatura de Trump un triunvirato de poderosos que impulsaron al republicano.

Todo bajo la promesa de que el magnate sí pondría un “hasta aquí” a las amenazas, y haría valer una solución definitiva al ancestral conflicto.

Fue así como apareció Sheldon Adelson, el hombre más rico de los Estados Unidos, dueño de los casinos The Venetian y Sands. Además de las multibillonarias inversiones en China y en Singapur, Adelson posee también fuertes intereses en medios de comunicación de Israel.

A él se le sumó Rupert Murdoch, el magnate global de los medios de comunicación, quien además de su capital, puso sobre la mesa a los influyentes Fox News y The Wall Street Journal.

Y con ellos, codo a codo, el primer ministro de Israel, Benjamín Netanyahu, su aliado en la búsqueda que parecía imposible: convertir a Trump en presidente de los Estados Unidos para acelerar una solución al conflicto árabe-israelí.

No es gratuito que Netanyahu se convirtiera en el primerísimo jefe de Estado en declarar que “el presidente electo Trump es un verdadero amigo de Israel y estoy deseando trabajar con él para avanzar en la seguridad, la estabilidad y la paz en nuestra región”

Por eso vimos a un Trump insistentemente acusando a Obama y a los Clinton de ser los creadores de ISIS.

Porque los intereses del llamado establishment norteamericano acabaron atrapados entre los capitales de la influyente comunidad judía y los intereses petroleros, pero también financieros, de los árabes.

Con el arribo de Trump a la Casa Blanca, amigos de la comunidad israelí -como Adelson, Murdoch y Netanyahu- hicieron valer su definitivo y crucial apoyo para hacer que lo imposible se convirtiera en una sorpresiva realidad.

A partir de esa óptica, imaginen los días de trueno que se avecinan. El muro y los mexicanos podríamos quedar en el olvido.

Reporte Índigo