Algo sucede, que cuando veo a Donald Trump en el ejercicio del poder me evoca a Jaime “El Bronco” Rodríguez.
¿Qué pueden tener de parecido el Presidente electo de los Estados Unidos y el gobernador independiente de Nuevo León? Bastante más de lo que a simple vista se ve.
Van a decir, y no sin razón, que uno nació en los altos círculos urbanos, financieros y sociales de Nueva York y el otro nació en la pobreza ejidal desde donde se forjó solo.
Pero sucede que los extremos se juntan, y a la hora de conciliar caracteres, actitudes y perfiles psicológicos, los que en sus orígenes nada tienen en común, en su destino acaban por ser casi siameses.
El primer símil entre Trump y “El Bronco” es que ambos tienen una voluntad inquebrantable por conseguir lo que buscan. Nadan a contracorriente y sorprenden con el resultado. Positivo.
Bajo el mismo tenor, ambos son irascibles, iracundos, enfadosos cuando las cosas no les salen. Tienen cero tolerancia a la crítica y se ponen “muy gallitos” cuando alguien en el ejercicio de su libertad cuestiona sus ideas o confronta sus caprichos. Negativo.
En la misma línea, desacreditan, insultan, difaman y amenazan con aplastar a cualquier rival que no les siga sus ideas, buenas o malas, sus caprichos. Y a quienes les llevan la contra los inundan de epítetos. Negativo.
Tienen pleito casado con los medios de comunicación que no los proyectan como ellos esperan y que tienen el atrevimiento de cuestionarlos. Desde el New York Times, Jorge Ramos o CNN para Trump hasta Televisa, TV Azteca, Milenio o incluso su incondicional El Norte/Reforma para “El Bronco”. Negativo.
Para ambos, la historia empieza cuando ellos llegaron al poder. A partir de eso, desconocen cualquier acuerdo hecho antes de su luminosa aparición. Desde KIA para “El Bronco” o el TLC o el TPP para Trump.. Todo lo firmado antes es bajo intereses inconfesables. Negativo.
Trump y “El Bronco” conquistaron el poder de la mano de muy pocos amigos, que les apostaban incondicionalmente a lo que en su momento se consideraba una “locura”.
Pero una vez instalados en la silla, ambos traicionan y son malagradecidos con los suyos. Y acaban aliados con intereses fácticos que les prometen un futuro mejor.
Por eso hay que evaluar bien las ambiciones del gobernador independiente de Nuevo León, quien a solo un año de un muy debatible gobierno, ya anuncia que en mayo se va a buscar la candidatura presidencial 2018.
Sabe que no le conviene continuar al frente de un Estado sin recursos, en donde lo demasiado poco que pueda hacer será con un Congreso a contracorriente y con demasiados intereses irreconciliables.
Después de todo ya hizo historia con su sorpresiva victoria independiente, su efímero paso por la gubernatura le asegura su fotografía en los pasillos del Palacio de Gobierno.
Y ahora, a sabiendas de que ganar estará cuesta arriba, va por su próxima medalla: ser el primer candidato presidencial independiente de México.
Así que si quieren saber lo que nos depararía el destino con un “Bronco” en Los Pinos, volteen hacia arriba y verán el ejemplo del otro diletante llamado Donald Trump.