A propósito del pasado como Historia y del pasado inmediato como buen fin. La Revolución Mexicana ya no es motivo de conmemoración alguna desde algunos ayeres; la revolución mercadotecnia es más importante en la agenda distractora de los gobiernos que ignorantemente se empeñan en darle la razón Francis Fukuyama y su agorera estupidez del fin de la historia.
“Una nación se define, ante todo, por lo que no es: no es un grupo social, no es un grupo religioso, no es un grupo racial. En otras palabras, los lazos que unen a los ciudadanos de una nación son el producto de una combinación única de datos históricos, y nunca se reducen a una sola dimensión, social, religiosa o racial. Lo que distingue a la comunidad nacional… de las demás comunidades reside en esto: reúne a unos hombres no por lo que son sino por la memoria de lo que han sido. Una nación no tiene más definición que la histórica, es el lugar de una historia común, de comunes desagracias y de comunes alegrías. Es el lugar de un destino compartido” (J.M. Guéhenmo EL FIN DE LA DEMOCRACIA, La crisis política y las nuevas reglas del juego, Paidós, Barcelona, 1995 p.20)
Nada detiene la caída de la política, nada contiene el encumbramiento del mercado. El utilitarismo y el individualismo posesivo son devastadores. Cualquier vínculo social, por muy fuerte que sea, será destruido por la ola neoimperialista. La sociedad red no tiene sus tejidos sólidos, son sumamente desechables y débiles, o bien como lo describe Zigmunt Bauman, son de una sociedad líquida que tiende a una constante autodestrucción basada en la ansiedad de cambio y de “innovación” en función de intereses que privilegian las cosas por sobre las personas. Recuperemos una vez más aquella cita de Guéhenmo: “Llamamos Imperial a la era que bien porque, ante todo, sucede al Estado-nación como el Imperio Romano sucedió a la República Romana: la sociedad de los hombres se ha hecho demasiada vasta para formar un cuerpo político. En ella los ciudadanos forman cada vez menos un conjunto capaz de expresar una soberanía colectiva; sólo son sujetos jurídicos, titulares de derechos y sometidos a obligaciones, en un espacio abstracto con unas fronteras cada vez más indecisas”.
Quizá podamos ser cautelosos pero no ingenuos, y no hay en el mundo una fuerza mayor a la que adquieren los humanos despojados de su condición de dignidad y del alimento básico para su supervivencia. La humillación está tocando puntos de inflexión, la resistencia se está reventando y probable que no tarde en romperse. Las masas con hambre pueden más que las aristocracias pecuniarias. Entre las masas hay elites pensantes cuyo trabajo no es valorado en función de importancia dada la prioridad por lo urgente, y lo urgente para los usurpadores de la riqueza mundial es únicamente aquello que genera ganancia a gran escala. “Las naciones descolonizadas, se han liberado del yugo colonial para caer en otra servidumbre, la que se les impone por parte de las organizaciones internacionales, el Banco Mundial y el Fondo Monetario Internacional” (Guéhenmo)
Países como el nuestro, entramos ya al juego de la oferta y demanda, convirtiéndonos en clientes del nuevo mundo. Cada vez tenemos más obligaciones y menos derechos; cada vez somos más esclavos cuasivoluntarios y menos libres. Nuestras opciones libertarias se resumen a la capacidad de adquisición de bienes consumibles. El buen fin es prioridad del gobierno; su importancia es mayor que nuestra Historia misma. El desfile de precios y falsas ofertas es celebración supranacional; la Revolución Mexicana es una cosa de un pasado que el nuevo Imperio quiere borrar hasta del registro y la enseñanza básica. No hay ya vínculos que conmemorar, la Historia de México está en liquidación, se vende al mejor postor.
Estamos, además, regresando a la forma constitutiva romana, por hacer un símil. Hoy “…la esfera de los intereses públicos está ya al alcance de las fortunas privadas. Es, podría decirse, la forma extrema de la privatización”. La pregunta es: ¿Sobrevivirá la política si ya no hay ciudad, y por ende ya no hay ciudadanía, si ya la nación no existe; si la plaza pública ahora es “el buen fin”.? Y la revolución, como dice la juventud, ya fue; la historia ya es historia.
Nos leemos la próxima semana, mientras tanto que haya al menos un intento de paz. Menciones y mentadas a nigromancias@gmail.com twitter: @JTPETO