Hoy jueves primero de diciembre la atención nacional está puesta en dos actos políticos que pueden dar mucho de qué hablar: las tomas de posesión de los nuevos gobernadores de Oaxaca y Veracruz.

Alejandro Murat y Miguel Ángel Yunes saltan al ruedo como gobernadores a contracorriente, que fueron electos desde la oposición, desafiando a los partidos en el poder. A la alianza PAN-PRD en Oaxaca y al invicto PRI en Veracruz.

OAXACA.- Cuando hace seis años Gabino Cué tomaba posesión como gobernador, los oaxaqueños tenían sobradas esperanzas de un mejor futuro político y social.

Por primera vez se había derrotado al PRI en aquella entidad y el joven político, con un sinfín de alianzas y mucha enjundia, prometía mucho. Por desgracia, cumplió poco y sale por debajo de la mesa.

La prueba más contundente de la decepción de los oaxaqueños con Cué es que no pudo retener ni para el PAN ni para el PRD la gubernatura.

Y que otra joven promesa, Alejandro Murat, de estirpe priista, recuperara la plaza, por encima de las campañas que se hicieron en contra de su familia.

Pero más allá de la decepción de Cué, los hechos hablan por sí mismos. Gabino deja una Oaxaca
colapsada económica y socialmente, con una muy débil estabilidad que si no se cuidan los detalles le podría estallar al gobernador entrante.

Por eso hay que observar hoy el debut de Alejandro Murat. Porque conforme se abran los cajones de pendientes, en un descuido estamos ante otro caso de desorden financiero  y político generalizado, como los de Veracruz, Quintana Roo o Chihuahua.

VERACRUZ.- Sin duda donde están puestos con más intensidad los reflectores es en Veracruz, con la toma de posesión de Miguel Ángel Yunes.

Al igual que Murat en Oaxaca, Yunes debió remontar una guerra sucia de acusaciones y denuncias, en ambos sentidos, para derrotar al hasta ese momento imbatible PRI en Veracruz.

Con su antecesor prófugo de la justicia, el nuevo gobernador panista amenazó -el mismo día en que Javier Duarte pidió licencia- que cimbraría a México con delicadas revelaciones que haría el día de su toma de posesión.

Sería una amenaza para blindarse frente a posibles zancadillas para impedirle su toma de posesión, o una postura desde la cual negociar los recursos necesarios para hacer un buen gobierno, lo cierto es que el llamado Día “Y” es hoy.

Y sea como fuere, la renuncia del fiscal veracruzano instalado en los tiempos de Duarte presagia todo, menos paz.

Por eso lanzamos la advertencia de que Yunes viene con todo. Tiene poco que perder y mucho que ganar.

Si de verdad cimbra a la nación, en el peor de los casos puede aspirar a prolongar por seis años su gubernatura con una reelección. En el mejor, desde una acción heroica, colarse como precandidato a la presidencial del 2018.

Por eso hay que tener hoy la vista bien puesta en su toma de posesión. Porque desde donde se le vea dará mucha tela de donde cortar. ¿Alcanzará para cimbrar a México?