Pablo Espinosa, enviado
Guadalajara, Jal. La historia omitida, las huellas imperceptibles, la cotidianidad de los sentimientos, los pensamientos y las palabras, la vida cotidiana del alma, palpitan en el libro Cuando el cielo se pinta de anaranjado (ser mujer en México), de Irma Gallo, editado por la Universidad Autónoma de Nuevo León, y que se presenta este domingo en la Trigésima Feria Internacional del Libro (FIL) de Guadalajara. Con ella es la siguiente entrevista.

¿Cómo trazaste tu ruta para captar la vida cotidiana del alma?

– No sé si capté la vida cotidiana del alma. Son trabajos que he publicado en distintos medios y la única ruta que me tracé fue lo que más me significó a mí, no quería meter cosas de relleno por querer publicar un libro, todos queremos publicar un libro, sino trabajos con los que realmente me sintiera satisfecha y que me hubieran dejado una enseñanza.

Svetlana Alexiévich dice que la historia también está hecha de sentimientos. En tu caso ¿es el compromiso que rompe con este falso dilema de la objetividad periodística?

– Por supuesto. Siempre he estado en contra de ese dilema de la objetividad periodística. Para mí es muy importante identificarme con las personas para que los lectores puedan identificarse con ellos. Yo sí me pongo de lado de ellos. No me paro como un observador desde fuera, objetivo, para narrar lo que les pasó. Yo trato de ponerme en sus zapatos. De meterme en su piel.

Svetlana Alexiévich fue una gran inspiración para mí. Cuando empecé a curar el material que iba a conformar Cuando el cielo se pinta de anaranjado, yo estaba leyendo a Svetlana y algo se quedó en mí. Esta empatía que tiende con las personas que entrevista cuyos testimonios levanta, es lo que más me quedó.

¿Cuándo es que el cielo se pinta de anaranjado?

– Es cuando está cayendo el atardecer, cuando se está volviendo de noche, porque siento que las mujeres en México estamos en esa perpetua lucha de vernos, de hacernos visibles. Mucha gente se dice que ya no es necesaria la reflexión sobre si tenemos los mismos derechos laborales, sobre si son justas las remuneraciones que recibimos por el mismo trabajo, sobre la violencia doméstica, de género, que ya no son necesarias esas discusiones y yo creo que son indispensables.

El cielo se pone anaranjado cuando está cayendo el sol, cuando se está haciendo oscuro y es el momento más hermoso, los colores que se ven y por eso le puse ese título.

Hay un tono dorado. En la reciente película de Woody Allen por ejemplo, toda la fotografía de Vittorio Storaro es en tonos dorados, especialmente en una escena en el amanecer en el Central Park ¿qué hay del tono dorado en tu libro?

– Ese es el momento que quisiera que tomáramos. Decir: aquí estamos, no nos vamos a ir aunque le incomodemos a muchos, no sólo a hombres, hay mujeres terriblemente misóginas y el tono dorado es el “aquí estamos”. Ese dilema que ya no deberíamos estarnos planteando de o soy mamá o soy exitosa profesionalmente. Incluí un reportaje sobre la depresión postparto porque ahí hay otro señalamiento contra la mujer: ¿cómo tienes depresión postparto si estás pasando por un momento hermoso, eres mamá? Sí lo es, tengo una hija pero por qué se penaliza de esa manera a una mujer que tiene depresión postparto. El dorado es ahí estamos, todavía y a pesar de. Y que todo el cielo se vuelva dorado.

Luego de leer buenos reportajes como los de este libro, quedan dos caminos: reflexión y acción ¿hay un dilema moral?

– Esos temas me interesan mucho. Hace poco leí una columna de Rosa Montero que se llama “Las malas madres”, donde muchas mujeres decían: me arrepiento de haber sido madre. Yo no me arrepiento de haber tenido una hija, no sería yo la misma persona, ha enriquecido mi vida de una manera que nadie lo ha podido hacer ni lo hará pero tener la valentía o el derecho de decir: quizás si no hubiera sido madre, me parece que es algo que se nos niega a las mujeres todavía y a las mujeres mexicanas en especial. Rosa es española y está escribiendo desde el cómo se ve en España y ella dice yo decidí no ser madre pero al oír a estas mujeres decir a la mejor no debí ser madre, o a lo mejor no tan pronto, o a lo mejor no tan tarde, o a lo mejor no sola, o a lo mejor no, punto. Ese sería un dilema moral. Yo soy feliz. Desde mi primer libro, que se llamó Profesión mamá yo me pregunto por qué hay una exigencia…

Una presión social

– Una presión social y hay un castigo implícito en esta estigmatización, tanto si decides como no. Yo tengo una hija y no me mandan a viajes internacionales, por ser buena onda. Si tienes hijos creen de antemano que eres incapaz de desempeñar ciertas tareas, que no vas a poder con el paquete. Hay trabajos donde a las mujeres les hacen exámenes de embarazo para poder entrar. Eso es una cosa de siglos pasados.

La otra parte de mi pregunta del color naranja: ¿es el mismo color a las seis o siete de la noche al de las seis o siete de la mañana?

– No, el naranja de en la mañana es la oportunidad de algo que empieza desde el principio. Quizá por la edad que tengo, 45 años, y por lo que he vivido, me gusta más el otro naranja y no porque sienta que ya voy de salida, para nada. Siento que en el naranja de la tarde también tienes una perspectiva hacia atrás, en el otro solo es todo hacia delante y eres como un niño que va a ciegas, como un recién nacido que va a ciegas y no sabe, tiene tanta emoción tantas ganas de probarlo todo de hacer todo que de repente tiene un poco de inconciencia. Yo, justo en esta edad en la que muchos piensan que las mujeres empezamos a dejar de ser atractivas, empezamos a ir como si fuéramos ya de salida, yo es la edad en la que mejor me siento, con más energía, con más proyectos y sobre todo con más experiencia. Puedo voltear para atrás y saber que hay cosas que ya no tengo ganas de hacer, que tampoco me quiero flagelar por errores que he cometido. Algunas de mis entrevistadas están también en ese tono. Yo me siento así ahora, no tengo que pedirle perdón a nadie de nada y ese naranja del atardecer es esta opción.

Última pregunta , “para quién escribiste este libro?

– Yo esperaría que para todos, hombres y mujeres, sobre todo jóvenes que están empezando a ver la vida, a relacionarse. También pensaría que para hombres y mujeres de mi edad. Porque estoy convencida de que podemos todavía intentar ver al otro de igual a igual.