Frente a la emergencia de la revisión o posible –aunque remota- cancelación del Tratado de Libre Comercio, el gobierno la administración Peña Nieto ya comenzó a operar la llamada Contingencia Trump.
Y la verdad es que no hay que inventar el hilo negro. Eso lo entendió muy bien Ildefonso Guajardo, el actual secretario de Economía, quien en su momento operó algunas de las negociaciones del tratado original.
Por eso Guajardo convocó a aquellos que de una u otra forma fueron factor clave en los acuerdos firmados en 1994, quienes incluso participaron en un think tank de revisión del TLC en el 2004.
La lista incluye desde Pedro Aspe, Jaime Serra, José Angel Gurría, Herminio Blanco hasta Luis de la Calle y Jacques Rogozinski, entre otros.
Sin duda un clan pesado en talentos y capacidades de negociaciones bilaterales, muy ad hoc para saber lo que es posible y lo que no a la hora de plantear una revisión o cancelación.
Dicen que el inquilino de Los Pinos se mostró por demás complacido de que su secretario de Economía se moviera con agilidad para acelerar esa convocatoria.
Y que el presidente Peña Nieto solo propuso la inclusión de un miembro más en ese nuevo think tank: Luis Videgaray.
Mas aún, la propuesta presidencial corrió en el sentido de que fuera su exsecretario de Hacienda quien se convirtiera en el rostro de las negociaciones mexicanas ante el nuevo gobierno norteamericano.
Pero la reacción del nuevo think tank fue de rechazo a la propuesta. Algún quiebre existe entre los negociadores originales del TLC y Videgaray, que respondieron que no era conveniente incluir en el equipo al exministro de Hacienda.
Incluso una mayoría dejaron en claro que si les imponían con calzador a Videgaray, preferían poner su renuncia sobre la mesa.
La sorpresa en Los Pinos fue mayúscula. Pero el presidente Peña Nieto optó por dejarle el camino libre a su secretario de Economía y a su think tank original, antes que imponer su ley a cualquier precio.
Por eso después de la victoria de Donald Trump y dadas sus aparentes buenas credenciales con su círculo íntimo, el reto es encontrarle un lugar a Luis Videgaray.
Sobre todo para compensarle el que fuera él quien en su momento pagó los platos rotos de la cuestionada visita a México del entonces candidato republicano.
Algunos advierten que una posibilidad sería la de nuevo embajador de México ante Washington, pero sería un lugar muy lejano a Los Pinos, en donde Videgaray todavía es indispensable.
Otros dicen que se evalúa el relevo de Claudia Ruiz Massieu como secretaria de Relaciones Exteriores para irse a despachar a la Secretaría de Desarrollo Territorial y Urbano, hoy bajo el mando de Rosario Robles.
Así la Cancillería podría convertirse en una buena opción para la reinserción de Videgaray al gabinete.
Pero el mayor nerviosismo está en que en esa búsqueda de un espacio para Videgaray, el
presidente decidiera proponerlo como nuevo gobernador de Banxico.
Y ahí sí, considerando el desempeño de sus casi cuatro años al frente de Hacienda, ¡que Dios nos agarre confesados!
Eso sería el fin de la valiosa y necesaria independencia de nuestro banco central.