SENDERO
La presentación del libro Yaa guits (en zapoteco) Árbol de letra, hace nueve días en Santa María del Tule, da motivo para charlar después con don David Méndez Martínez, el autor, quien vive a unas cuadras de distancia del milenario sabino. A sus 67 años de edad bien vividos entregó a su gente este segundo libro de relatos, de reflexiones, de crítica y autocrítica, hecho con amor, optimismo y sinceridad.
De su señora madre doña Catalina heredó la práctica de la medicina tradicional oaxaqueña, ella desde su profunda sabiduría zapoteca, y de su padre don Lorenzo su inconformidad por las cosas injustas y negativas que sufre la gente, el papel denigrante que siguen padeciendo los indígenas del país, que sirven de escaparate a los políticos en turno y son fuente de riqueza de comerciantes ambiciosos, ante la falta del respeto hacia ellos y de políticas públicas adecuadas.
Desde el lugar mismo donde fue la presentación del libro, el autor y la comunidad zapoteca del valle lanzaron un mensaje de alerta a la humanidad: cuidemos la naturaleza, la cultura que nos honra como seres humanos, iguales a los demás que pueblan el mundo. No permitamos más el avance del deterioro que propician el capitalismo y los nuevos colonialismos, el desprecio a lo nuestro, a nuestras raíces espirituales.
El autor y su familia le pidieron a su vecino Tomás Matías utilizar un espacio en su solar donde está de pie el Árbol de la Libertad, uno de los Siete Gigantes del Tule al que le cayó un rayo el año pasado y lo dejó herido. El principal está en el atrio del templo católico, luciendo sus maravillosas figuras de animales y recibiendo continuamente las visitas de turistas nacionales y del extranjero.
“Los relatos que constituyen esta obra”, dice Raúl Ortega Vallado en el prólogo, “surgen de la misma entraña del pueblo de santa María del Tule, son hechos que vivieron gentes de este lugar, coloreados con las tradiciones prehispánicas, coloniales y modernas de una comunidad que lucha por reencontrar su lugar en el mundo, por retomar su camino, un camino que fueron obligados a dejar a un lado por las imposiciones de los conquistadores primero y por los políticos indignos después, un camino donde hasta el idioma era vergonzoso y prohibido”.
Pese a todo lo que nos ha pasado y nos sigue pasando, “la esperanza vive”, hay “un rayo de luz y confianza que hará renacer la raza cósmica de nuestros antepasados, al margen de los intereses mezquinos”, “lo más importante no es defender nuestra herencia cultural aferrándose a ella y confrontándola con el resto del patrimonio cultural humano, sino entender que somos un pueblo distinto solamente, diferente de los demás, pero no único”.
En cuanto al autor, el prologuista agrega que “David es uno de esos hombres nuevos, de esa raza cósmica que soñaron alguna vez nuestros antepasados y que profetizó nuestro insigne paisano José Vasconcelos, los que quieren un mundo nuevo, un orden nuevo basados en el respeto por la vida y su entorno, en la libertad, la justicia, la igualdad y la hermandad entre todos los seres humanos del planeta sin distinción de raza, credo ni economía”.
La reflexión que hace don David en su libro para su querido pueblo de El Tule es válido en cualquier lado. “Es momento de ver en dónde estamos y para dónde vamos; qué hemos hecho y qué hemos dejado de hacer” para corregir el rumbo. Como terapeuta busca la causa de las enfermedades para poder atender a sus pacientes. Y eso es lo que hay que hacer con los grandes problemas que agobian a Oaxaca, a México y a los pueblos del mundo.