Cd. de México (06 diciembre 2016).-Indígenas wayuu venden fruta en el Mercado Los Plataneros de Maracaibo, al occidente de Venezuela.

Según un reportaje de la BBC, les pagan 4 mil bolívares diarios por acomodar y vender los frutos amontonados en las plataformas de los vehículos.

Ganan menos de un dólar por jornada en un país regido por un férreo control cambiario.

Pero conforme a los cuerpos de seguridad, comerciantes y vendedores ambulantes, las 20 adolescentes indígenas que están en ese mercado ejercen otro oficio eventual: la prostitución.

Kelvin Rincón, desmontador y vendedor de plátanos desde hace 14 años, dio fe de ello en términos coloquiales.

“Esas chamitas (muchachas) están acá a cualquier hora. Esto es un desastre. Ellas venden café o plátanos, pero comienzan a tocarte, a decirte marisqueras (tonterías)”.

Incluso, la Policía dijo a la cadena británica que detiene, en promedio, a 10 mujeres a la semana por meretricio en el mercado y sus adyacencias, una zona populosa de la segunda ciudad de mayor demografía en Venezuela.

Cuatro de ellas generalmente son menores de edad y en el grupo siempre hay una indígena, confirmó Daniel Noguera, jefe del comando del Cuerpo de Policía Bolivariana del Estado Zulia que resguarda la zona. Los operativos terminan con la liberación de las jóvenes tras una plática de orientación.

Las escenas de sexo, narró una vendedora de café llamada Ilse Cruz, se realizan dentro de los camiones, en zonas de descarga o en departamentos aledaños.

Las niñas wayuu y alijuna -término guajiro para el “no wayuu”- son moneda de cambio para obtener entre mil y 2 mil bolívares, de 25 a 50 centavos de dólar estadounidense, según la tasa del mercado “negro” de divisas, unos pocos plátanos o cualquier tipo de comida.

Oswaldo Márquez, presidente de la Asociación de Comerciantes del mercado, denunció que en el lugar hay también robos, alcoholismo y drogadicción en al menos un centenar de niños y niñas, la mayoría de ellos de etnias aborígenes venezolanas.

A juicio del diputado Virgilio Ferrer, integrante de la Comisión de Pueblos Indígenas de la Asamblea Nacional, ese caos es reflejo del hambre y el abandono que padecen los indígenas en Venezuela.

Organismos del Estado, como la Fundación Niño Zuliano y el Consejo de Derechos del Niño, Niña y Adolescente, realizan operativos de acercamiento en el mercado, pero las casas de abrigo, donde el Gobierno alberga a los menores con peor estatus social y familiar, no dan abasto.

Jonathan Perozo, abogado del Consejo Municipal de Derecho del menor, admitió que casos como el de Los Plataneros abruman las capacidades de las instituciones venezolanas.

“Estamos limitados en cuanto a herramientas de trabajo. Hay poco presupuesto y falta de insumos”, aceptó.

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