En una de las reuniones de estos agridulces días de fin de año, me tocó escuchar el comentario de uno de los financieros importantes del país: Lo que le hemos dicho a Pepe Toño es que firme todo lo que pueda antes de que termine el sexenio. Se refería a José Antonio González Anaya, director de Pemex, y a los contratos por los que se está entregando todo el negocio al sector privado: petróleo, refinerías, ductos, gasolineras, importación y venta de petróleo y gas, etcétera. ¿Cuál es la urgencia? El riesgo de que un nuevo gobierno pudiera revertir, si no toda, al menos algunas partes de la reforma energética. Así se explica que el gobierno haya adelantado un año el gasolinazo, es decir, la privatización de la importación y venta de gasolina, diésel y gas, prevista para 2018. Sólo que lo están haciendo a las carreras, con torpeza y cuando los precios internacionales del petróleo y la gasolina registran un incremento, como resultado del reciente acuerdo de la Organización de Países Exportadores de Petróleo (OPEP) de disminuir la producción mundial de crudo. Lo que veremos en lo que resta del sexenio será al gobierno de Enrique Peña Nieto actuando a contrarreloj para firmar lo más que se pueda, como dijo el financiero. Lo que no han pensado es que no hay carro que no tenga reversa.

La Jornada/ Dinero / Enrique Galván Ochoa