Y en la tercer semana, a los veintiún días de la victoria histórica no es que se despedace la realidad ni que aparezca la diferencia entre cómo nos gustaría que fueran las cosas y cómo son de verdad.

¿Cuál es el costo de hacer lo que decimos qué queremos hacer?

En veintiún días el anuncio y el cambio –es verdad, todo dicho, todo descrito en la minuta del poder que se aprobó por esa mayoría tan descomunal del primero de julio– de sede de las secretarias ponen de nervios y con bastante razón a mucha gente.

Si no fuera suficiente con eso, otro punto también anunciado y dicho es que el señor presidente electo de la República se rebajaría el sueldo casi a la mitad de lo que gana Enrique Peña Nieto.

Todo está dicho y no se engaña a nadie. El problema está en que hay que reflexionar en cómo se consideran a sí mismo los funcionarios. Por ejemplo ¿cuál es el impacto en términos reales del ajuste salarial para un comandante del Ejercito mexicano? Y ¿Cuál es el efecto para un director general?

Que se acabe con el despilfarro de los coches, los guaruras y de vivir a costa de su sangre y de la mía me parece bien. Pero debemos preguntar con qué instrumentos podrán trabajar los funcionarios a partir de aquí.

Siempre entendí que de lo que se trata es de subir el grado de eficiencia, acabar con el nivel de robo creando un país más justo y para eso necesitamos hacer un país más rico donde por primera vez repartamos de acuerdo con el ritmo que generamos riqueza.

La mezcla de esas dos cosas sumado al desconocimiento y el sentimiento en primera persona de millones de funcionarios del Estado mexicano exigen una explicación seria, ponderada y con templanza más allá del “ya lo dije y ya lo votaron”, sino qué es lo que se quiere hacer, en cuánto tiempo y que afecte a quién.

Además, uno de los mayores problemas que tiene el Estado mexicano es su falta de calidad a la hora de proveer los servicios.

Ojalá que esta política salarial nos haga ser un país menos corrupto y que produzca muchos ahorros. Pero no tengo claro si ese es el camino para tener además mejores servicios.

La vida me ha enseñado que hay una corrupción peor que la de llevarse la caja. Que es la de crear organismos que funcionan incorrectamente y que pese a la constatación de su mal funcionamiento no cortan a los que aunque ganen poco, hacen mal su trabajo.

Merece una mención aparte, la reacción de Morenta frente a la multa del INE. Pero mientras tanto la situación política con él que será el primero de diciembre –y no antes – Jefe de Estado de la Nación Mexicana, exige mucha templanza.