Cuando pase el tiempo y se hagan los análisis de las situaciones por las que estamos pasando, el intercambio epistolar entre el virtual presidente electo, Andrés Manuel López Obrador y el presidente en cargo desde hace un año ocho meses de los Estados Unidos, Donald Trump, será un elemento importante para entender todos los hechos que han ocurrido en ambos países en los últimos años.

López Obrador le mandó una carta que nos llamó la atención a todos, especialmente por su último párrafo. Trump le ha contestado “recogiendo el guante” que ambos son políticos que lucharon contra el establishment y que cumplen lo que dicen.

A parte de eso, le da la razón en los cuatro puntos básicos de cómo sería la base de la relación entre los dos países.

Después del reconocimiento viene el aviso de que –como pasó con el Führer alemán que daba los ultimátums a los austriacos– si no se cumplen los pasos para el TLC que él quiere podría tomar otras medidas que aunque no le gustaría, son las que les obliga a defender al pueblo estadounidense.

Pueblo americano somos todos. Lo único importante es que efectivamente, la maquina se mueve y que las condiciones políticas de la Casa Blanca y de la Casa de Campaña de AMLO coinciden en algo: es necesario reconstruir el dialogo y salir de este impasse que en parte no se ha debido tanto a la decisión política, sino a los vaivenes de las necesidades de la permanente campaña electoral en la que vive Donald Trump y su gobierno.

Mientras se van acumulando, decidiendo y colocando las distintas piezas del tablero de esta partida de ajedrez, que ya es jaque mate en el sentido de la hegemónica total de Morena en el panorama político mexicano, las cosas nos dan y regalan imágenes que podemos perfectamente recordar para los años venideros.

Esa llegada a los Estados Unidos de manera conjunta del canciller Videgaray, del ministro de Economía Guajardo y del experto en comercio nominado por López Obrador para asistirlo en la renegociación del TLC, Jesús Seade, es el triunfo de la democracia y ahora esperemos que sea también el de la razón.

En cualquier caso es rarísimo que algo no solamente se mueva, sino que se sacude en la búsqueda de consolidar los cambios copernicanos que en los dos países significan un triunfo. Y las personalidades de Trump y López Obrador no tienen ninguna importancia, ni es el momento para hablar de las diferencias ideológicas.

Si las hay desde el punto operacional da la impresión de que Trump ahora sí va a forzar toda la máquina para llevarnos a firmar un TLC antes del primero de septiembre.

Más allá de los discursos y los comportamiento políticos del nuevo gobierno, será muy significativo ver dónde acaba el nacionalismo dialéctico y dónde empieza el multilateralismo político y económico.