Coincidió el desplome del precio internacional del petróleo con el comienzo del sexenio de Peña Nieto. Había superado 100 dólares el barril, en su día más crítico bajó a 20 dólares y fracción. Era el momento de disminuir el gasto gubernamental, de amarrarse el cinturón. En innumerables ocasiones lo planteamos como el camino prudente que exigían las circunstancias. Sin embargo, el gobierno siguió el camino opuesto: endeudarse, subir impuestos y los gasolinazos. Hoy, exactamente a cuatro meses de que concluya el sexenio, los resultados del error están a la vista. La Secretaría de Hacienda confirmó ayer lo que ya se conocía: “…la deuda neta del sector público federal, que incluye la deuda neta del gobierno federal, de las empresas productivas del Estado y de la banca de desarrollo, al cierre del segundo trimestre de 2018, se ubicó en 10 billones 578 mil 140 millones de pesos. De esa cuantiosa cantidad, 198 mil millones de dólares corresponden a la deuda externa. Felipe Calderón –otro adicto a los préstamos– la dejó a la mitad, aproximadamente.

¿Para qué sirvió?

Siquiera hubieran servido para algo positivo los cuantiosos recursos de los que dispuso Peña Nieto, por ejemplo, abatir, al menos disminuir, la criminalidad. En estos seis años los mexicanos perdimos la paz de las calles. Sin embargo, el Inegi dio a conocer las estadísticas preliminares de homicidios perpetrados el año pasado (2017): 31 mil 174; crecieron 26.9 por ciento en relación con 2016. Suman 25 asesinatos por cada 100 mil habitantes, mayor a la tasa de 2016, que era de 20 homicidios. Los crímenes se concentran principalmente en cuatro entidades: estado de México, Guerrero, Guanajuato y Chihuahua. En los sexenios de Calderón y Peña Nieto, dos personajes tuvieron a su cargo el combate al crimen: Genaro García Luna y Miguel Ángel Osorio Chong. Tanto dinero gastado pero la estadística demuestra que nunca corrió tanta sangre en la historia del país

La Jornada / Dinero / Enrique Galván Ochoa