Sendero
Oaxaca, Oax.- Cuando el maestro Alejandro de Ávila preguntó al ex rector de la UNAM, José Sarukhán Kermez, en la sesión de preguntas y respuestas al término de una conferencia, cuál era su opinión acerca de la postulación del ingeniero agrónomo Víctor Villalobos para ocupar próximamente la Secretaría de Agricultura, Ganadería, Desarrollo Rural, Pesca y Alimentación, el también investigador y académico contestó prudentemente que era mejor esperar y que se fueran dando las cosas de acuerdo con los tiempos.
Hay seguramente entre ambos personajes una preocupación muy justificada porque se reorienten las políticas públicas en nuestro país en relación a la diversidad biológica en la producción de alimentos, aprovechar lo que tenemos cultural e históricamente y contrarrestar la introducción de productos alterados en sus contenidos que afectan a la población consumidora.
El actual coordinador de la Comisión Nacional para el Conocimiento y Uso de la Biodiversidad (CONABIO) habló en el Centro Cultural San Pablo sobre cómo aprovechar tres patrimonios para asegurar la alimentación futura en México, a partir de la diversidad biológica existente, donde Oaxaca ocupa un lugar importante, y los hombres y mujeres del campo quienes conservan una cultura tradicional tan acendrada en la producción y elaboración de sus alimentos.
El doctor Sarukhán Kermez afirmó que “miles de años antes de que llegaran los conquistadores, las bases nutricionales de las antiguas civilizaciones de México eran los cultivos de maíz, tomates y chiles; ahora esas plantas nativas podrían ser la clave para la producción sostenible de alimentos”. La información genética que contienen esos cultivos tradicionales y otros han resistido a las sequías, congelamientos y plagas, y ahí están.
Totalmente convencido dijo que “no necesitamos manipular las características genéticas de esos cultivos, porque la biodiversidad ya existe, sólo hay que seleccionarla y usarla con el conocimiento de las personas que han estado trabajando en ello por miles de años”, refiriéndose a los agricultores indígenas del país, depositarios de la memoria histórica que en estos tiempos de crisis pueden salvarnos ante la falta de alimentos de calidad.
La advertencia del doctor Sarukhán es impostergable: “Si no hacemos nada, la situación será peor, complicada y difícil de corregir, por lo tanto más costosa, no sólo en términos económicos, sino sociales, humanos y morales”, y su preocupación es más por las nuevas generaciones, las que “sentirán el grueso del impacto de los cambios que están dándose en el planeta”.
Explicó que tenemos todo el potencial para producir los alimentos que necesitamos – diversidad biológica, diversidad cultural y capital humano, que son los tres patrimonios –; no hay que ir a buscar en otro lado la solución a nuestras necesidades básicas, la respuesta la tenemos a la mano. De ahí que el nuevo titular de la SAGARPA pueda aprovechar lo que hay como producto de profundas investigaciones ya realizadas, experiencias fallidas y lo que obra en la memoria de los campesinos productores.
El ganador del Premio Tyler de Logro Ambiental asistió en la mañana del jueves pasado al homenaje póstumo que la Asociación de Egresados de Chapingo en Oaxaca y el Colegio de Postgraduados le rindieron al doctor Ángel Ramos Sánchez. Compañeros en los estudios de doctorado trabajaron en líneas paralelas en temas coincidentes. Don Ángel nació en Santiago Tillo, Nochixtlán, el 8 de agosto de 1934, a cuya zona dedicó también sus esfuerzos y conocimientos.
En ese acto, el doctor Said Infante Gil dijo que Ángel Ramos Sánchez es uno de los agrónomos más distinguidos de México, de origen campesino, cuya labor profesional trasciende el trópico húmero de México, Centro y Sur América. Hablar de él dificulta establecer con precisión deseable la figura del maestro, de servidor público, del investigador y conductor del gremio agronómico.
Dedicó su vida al análisis e interpretación de fenómenos naturales que se presentan en la agricultura, buscando alternativas de solución que mejoren las condiciones de vida de las familias campesinas en su trabajo cotidiano en el campo.
En todas las responsabilidades asumidas, tanto en la administración pública como en organismos de investigación, dejó siempre huellas de su paso que son testimonios vivos con proyección nacional e internacional, una herencia de acciones y lecciones para las nuevas generaciones.
Algunas de las preocupaciones que guiaron su misión fueron las siguientes: 1.- ¿Cómo hacer proyectos de inversión útiles para los campesinos, que a la vez contribuyan efectivamente a la conservación y mejoramiento de los recursos naturales? 2.- Consolidar un equipo de jóvenes investigadores capaces de adoptar tecnología para hacerla apropiada a condiciones y necesidades de los campesinos de las zonas de ladera, y 3.- Capacitar a los técnicos extensionistas para que realicen su trabajo de la mejor manera en zona marginada.
En presencia del director general del Colegio de Postgraduados, doctor Jesús Moncada de la Fuente, Infante Gil recordó una frase muy particular del homenajeado que refleja su idea de profesional, cuando con frecuencia algunos de sus colegas se retrasaban para un compromiso: ¿Cómo le hacen para llegar tarde que yo no puedo? Fue el primero en llegar y el último en irse. No le gustó aparecer, pero los resultados son reflejo de su mano.