Salvo lo que el líder dice, piensa y dictamina, todo es la composición de muchos intereses, sensibilidades, movimientos e incluso hasta de elementos generacionales distintos.
Ya estamos viendo lo que significa su llegada al poder.
Al comenzar la primera sesión en San Lázaro el discurso inicial de coordinador de los diputados, Mario Delgado, fue muy revelador. No solamente -como han dicho los enemigos de Morena y quienes opinan en contra- por lo que puede terminar siendo el partido sobre la sumisión del Poder Legislativo al Ejecutivo, sino por el tono, los pendientes y la interpretación que al final del día hay que darle a lo que pasó el 1 de julio.
Ese día hubo más de treinta millones de votos y tengo mis dudas de que fueran emitidos a favor de un líder -con el movimiento que le acompaña- solamente para ejercer el perdón.
Más bien creo que esos votos lo que buscan es que resplandezca la justicia – que es un término que desde el principio de los tiempos acompaña a los seres humanos– y que sirva sobre todo para corregir todas las desviaciones monstruosas en las que habían incurrido el régimen que desapareció ese día.
Pero una vez dicho eso da igual lo qué piensa o quiera hacer López Obrador, quien seguirá siendo la voz y el líder supremo de ese movimiento. Lo importante es que todas esas sensibilidades, interpretaciones, ambiciones y ganas, van a tener la oportunidad de hacer que cada uno en su territorio –en el Poder Legislativo y Ejecutivo– haga su interpretación personal del 1 de julio.
Y ahí es donde conviene saber de qué estamos hablando. Más allá de matizaciones y declaraciones entre el perdón y el olvido.
Yo creo que nadie en este momento está considerando hacer una reversión pendular de la historia. Sólo que la historia sí lo considera y ha establecido un movimiento variable.
Morena, su líder y el presidente electo tienen que tomar una decisión muy importante. Saber mientras crean sus propios órganos de gobierno, leyes y dinámicas, ¿con qué piensan gobernar?
Se están produciendo, como no puede ser de otra manera, rebeliones sociales que antes no solamente eran inimaginables, sino que no tenían históricamente un lugar. Ahora, por ejemplo, la rebelión del gobernador Corral, en el caso del antiguo secretario general adjunto del PRI contra la Suprema Corte de Justicia de la Nación y la PGR, es un buen dato indicador que obliga a un gobierno que, a fin de cuentas, va a tener como secretaria de gobernación a una ex ministra de la SCJN a contestarse con qué quiere gobernar
Hasta que se cambien las leyes y los miembros de la Suprema Corte el país sólo puede ser regido por las leyes y los jueces que existen. Y en ese sentido tienen que tomar una decisión: o se apuntan al cambio sin ley y a la búsqueda de la justicia sin el amparo del instrumento que lo ejecuta o sencillamente explican lo que todo el mundo sabemos, que cualquier revolución que no sea sanguinaria tiene que pasar de ley a ley