Durante los años en los que el Partido Revolucionario Institucional (PRI) actuó como partido preponderante, se emplearon diferentes términos para referirse a diversos procesos y mecanismos empleados en el quehacer político-partidista. Uno de ellos fue “el tapadismo”, el cual consiste en la etapa temporal en la que el presidente en turno protegía a quien consideraba ser merecedor a sucederlo (el tapado), antes de designarlo oficialmente candidato, bajo el argumento de que la decisión sería producto de la auscultación partidista o consecuencia de la manifestación de las fuerzas “vivas” del partido en el poder. Lo anterior, tenía como propósito hacerle creer a la opinión pública que no hubo un favorito anticipado y que la decisión no recaía en la voluntad de una sola persona. 

El significado de los términos tapado y tapadismo cobró sentido a partir de la imagen que creó Abel Quezada Calderón, emblemático caricaturista del periódico Excelsior, quien ilustró estos conceptos dibujando el busto de una persona que porta traje y corbata, pero a quien no se le ve la cara, ya que la tiene cubierta con una máscara de fantasma a la cual solo se le pueden ver los agujeros que ocupan el lugar de los ojos. 

Existen diferentes publicaciones que intentan explicar cuáles son los elementos que influyen en la opinión del presidente para designar sucesor, algunas afirman que con mucha antelación se tiene un favorito, otras que la opinión se va construyendo día a día con el desempeño de quienes integran el gabinete, pero sin lugar a dudas, el argumento que más consensos arroja es el que el presidente en turno pondera con una mejor valoración el que el sucesor le permitará seguir influyendo en las decisiones gubernamentales. 

El pasado 5 de julio de 2021 y a dos años y medio del inicio de su administración, el presidente López Obrador consideró que ya era tiempo de arrancar la sucesión presidencial. De acuerdo a su estilo y para marcar distancia de sus antecesores priistas, le agregó una nueva fase al mecanismo del tapadismo a la que denominó destapar “las corcholatas”, afirmando que en su administración no hay tapadas o tapados, pero que el mencionaría a quienes ve con mayores posibilidades de convertirse en sus sucesores, por lo que de inmediato se les llamó corcholatas y por eso era necesario destaparlas. 

Del listado inicial destacaron dos nombres por sus posibilidades reales de cumplir con el propósito, el Claudia Sheinbaum, Jefa de Gobierno de la Ciudad de México y el de Marcelo Ebrard, Secretario de Relaciones Exteriores. Hasta ese momento, la impresión era que la sucesión se daría entre ellos dos, sin embargo, la entrada al gabinete de Adán Augusto López como Secretario de Gobernación, movió el tablero, situación que fue evidente a finales del pasado mes de abril, momento en el que presidente López Obrador, en un acto con legisladores de su partido, elogió las cualidades del titular de Gobernación. Esta situación trajo como consecuencia que en dos eventos posteriores en donde hicieron su aparición la Jefa de Gobierno y el Secretario de Relaciones Exteriores, los asistentes les gritaran ¡presidente!, ¡presidente! Incluso, Mario Delgado, presidente nacional de Morena y a quien se le considera cercano a Ebrard, ha hecho declaraciones favorables respecto al Secretario de Gobernación. 

Si el tapadismo es ese periodo temporal en el que se protege a la persona elegida, entonces ¿quién es el tapado?