Están muriendo más migrantes mexicanos al cruzar hacia EU

EL UNIVERSAL

OPINIÓN 

Héctor De Mauleón

“Me dejaron en el desierto el grupo, ya estoy pegado a los cerros de Texas”, le escribió a uno de sus primos por WhatsApp el joven hidalguense Omar Reyes López.

Omar partió del municipio de San Salvador –comunidad de Santa María Amajac– en el estado de Hidalgo, rumbo a Estados Unidos. Tenía solo 19 años. Su familia dice que se fue a buscar una vida mejor, aunque no quería irse: que lloró al partir.

Salió con un grupo de diez personas. Iba a reunirse con un primo suyo que trabaja en Texas. Lo acompañaba un segundo primo.

La salida se llevó a cabo a finales de octubre de 2021. Omar viajó por avión a Ciudad Juárez. En esa ciudad estuvo escondido en una casa de seguridad al lado de otros migrantes. Envió fotos del lugar donde se hallaba. Cruzaron la frontera en los primeros días de noviembre. Pero Omar se extravió en el desierto: “Se cansó, se fue retrasando, hasta que los otros lo perdieron de vista”, relata uno de sus familiares.

El “coyote” que lo llevaba lo abandonó. Decidió esperarlo unas horas, pero cuando Omar no apareció, tomó la decisión de seguir. “Esta es una zona de paso –dijo–. Alguien lo va a encontrar”.

La familia levantó poco después un reporte de desaparición en la fiscalía de Chihuahua. Las peores cosas comenzaron a pasar: grupos de delincuentes se comunicaron con los familiares. Para exigir dinero a cambio de devolver al muchacho, según dijeron, pero también para obligarlos a detener la búsqueda, para que no “calentaran” la zona.

“Hija de tu puta madre, eres de un colectivo de búsqueda… Ya andamos tras de ti”. “Aquí no vengo a jugar… yo quería llegar a un arreglo, pero su actitud no me ayuda en nada. Buena tarde y siga con su vida. Nosotros nos pasamos a retirar y nos lo llevamos a este cabrón, lo voy a pasar a matar”, les escribieron.

Quienes llamaron exigían desde mil hasta diez mil dólares por devolver con vida a Omar. Decenas de llamadas de extorsionadores que vendían una esperanza.

Omar le envió mensajes de WhatsApp a un primo suyo. Este intentó orientarlo: “Busca la manera de que alguien te ayude o si puedes entrégate a la migra… Si crees que ya no la armas marca al 911. Ellos te van a ir a buscar, no tengas miedo”.

Al perderse, Omar intentó volver al lado mexicano. El año anterior al que él se extravió, 557 migrantes habían muerto al cruzar la frontera: 310 más que el año anterior. La cifra de decesos documentada por la patrulla fronteriza era la más alta en casi dos décadas.

“Busca ayuda, cabrón, no quiero que te pase nada, sal aunque te agarre la migra”, le escribió su primo. Los mensajes se sucedieron de manera angustiosa. Omar estaba optimista:

“Tengo agua, comida, también aquí están pasando grupos donde puedo esperar”.

“Si miras que ya no aguantas, prende una lumbre… para que te recoja una patrulla… Ahí van a llegar por ti”.

“Sí”, respondió Omar.

Insistió su primo: “Dame una señal para decirle al coyote. Para que manden gente a buscarte. No te puedes quedar ahí. Apaga tu cel cuando no lo uses, tu pila no va a aguantar mucho”.

Mensajeó Omar más tarde:

“Qué onda, estoy bien en el desierto, no sé dónde”.

Su primo respondió: “Dijo el coyote que prendas lumbre. Ya va gente por ti”.

El diálogo continuó a lo largo de las horas, a lo largo de inmensas horas: “Esos güeyes del 911 me dijeron que no pueden hacer nada”.

“Ok, prende lumbre y dime dónde estás… Márcale al guía, gordito. Llámale a este número y dile que estás perdido en el desierto (el número era 6565 57 10570).

Omar pidió una recarga de 100 pesos. Envió un mensaje inquietante: “Ya crucé ríos de ayer estoy en 20 no sé qué te dijo anoche vi luz para borrar… Yo no me quiero quedar aquí hermano ayúdame por favor”.

Los mensajes de su primo siguieron llegando. “Dónde estás hermanito, quiero saber que estás bien”. “Márcale al guía gordito”. “Van a ir por ti. Tienes todavía comida. No te me rindas”. “Dame una pista de dónde estás”.

Bajo la presión de los familiares, la fiscalía buscó a Omar con helicópteros, con patrullas, con perros. Uno de sus últimos mensajes fue el siguiente: “Quiero irme para México otra vez… voy a tener que apagar mi teléfono más al ratito te mando un mensaje”.

Luego, toda la comunicación se perdió.

Los restos de Omar fueron encontrados en la zona de Guadalupe, Chihuahua, en las inmediaciones de una finca abandonada, once meses después de la desaparición.

Hace unos días su cuerpo llegó a Santa María Amajac, en donde fue velado. Nadie sabe exactamente qué pasó. Hasta ahora, sobre su muerte existen solo unas hipótesis, y existe también el retrato de un país delincuencial que lucra con la tragedia de otros, y de un país que expulsa a ciudadanos de cuyo destino no vuelve a saberse más.

“Ojalá que el caso de Omar no sea el único. Ojalá que las autoridades logren dar respuesta a los familiares de cientos, de miles de hermanos desaparecidos”, concluyen sus familiares