Cuando un detalle navideño puede provocar una guerra: los regalos más desafortunados de la historia

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JAIME LORITE

En algunos países, la expresión “regalo de griegos” significa que lo que te dan no siempre es tan bueno como parece. Y todo porque hace unos miles de años se cuenta que dieron a los troyanos un caballo con sorpresa.

Pensar regalos para los seres queridos en las Navidades puede ser un foco de ansiedad: las dudas sobre cómo encajará la otra persona el detalle o qué pensará de nosotros siempre forman parte de las deliberaciones a la hora de elegir. Queda la opción de ir a lo práctico y regalar aquello que sabemos que será útil para cualquiera, como unos calcetines o un pijama, aun con miedo a resultar los más sosos del mundo. Un libro de autoayuda o una taza con la inscripción Mejor Padre del Mundo también son opciones que, según el contexto, pueden hacer su función cuando lo que se busca es solo cubrir el expediente. De hecho, a veces es mejor ser poco imaginativo con los regalos que pasarse de ocurrente regalando a un familiar, una amistad o una pareja algo gigantesco que no tenga dónde meter o le cree quebraderos de cabeza y estrés; como el que probablemente sintiese Kim Kardashian cuando cada dos días se despertaba descubriendo que su antigua pareja Kanye West le había hecho titular de 10 restaurantes de Burger King o encargado un holograma de su padre muerto.

La Navidad es tiempo de paz. Uno de los acontecimientos más recordados y celebrados en la historia contemporánea fue la famosa tregua a lo largo del Frente Occidental que los distintos bandos se dieron a finales de 1914 en la I Guerra Mundial. Aquello, según crónicas de la época, dejó imágenes tan sorprendentes como las de soldados alemanes y británicos cantando villancicos juntos, brindando o jugando partidos de fútbol. Los regalos, sin embargo, tienen un potencial problemático desde el momento en el que existe una presión social, unas expectativas muy fáciles de frustrar y un campo amplio de significado, porque, implícita o explícitamente, también van con mensaje. Sobre todo si son para un enemigo íntimo. En la siguiente selección hay un poco de todo eso, desde elecciones extraordinariamente desafortunadas hasta detalles con tanta mala baba como tino.

El regalo viene con pulla

En las Navidades de 2011, Kate Middleton, actual princesa de Gales, decidió tomarle el pelo a su cuñado Harry, entonces soltero, de la manera en que solo una cuñada puede hacerlo: entregándole un kit bautizado “Haz crecer a tu propia novia”, con una figura femenina rosa de goma en su interior, hinchable con el agua. No hay constancia de cuál fue la reacción concreta de la reina Isabel II, de quien se asume que estaba presente en la entrega dado el protocolo que la monarquía británica sigue también para los regalos navideños, que siempre se entregan un día antes de lo normal, en Nochebuena, y normalmente son humorísticos y baratos. Harry, años después, empezó a salir con Meghan Markle y se acabó la broma: junto a ella renunció a su papel en la Familia Real y, en una entrevista con Oprah Winfrey, expuso algunas de las vergüenzas racistas de la institución.

La Casa Real española hace registro de los regalos que recibe solo desde 2015, aunque, puestos a buscar ejemplos autóctonos extraños, al parecer, en 1970 el magnate del petróleo Lloyd Powers regaló a Juan Carlos I una imagen de su hijo, el actual monarca Felipe VI, enmarcada en los colmillos de un hipopótamo que el rey emérito había matado en Angola. Hasta ahora, el portarretrato no se ha visto de fondo en ningún discurso de Navidad.

Todo lo quieres para Navidad soy yo

Es bastante corriente hacer entrega de un obsequio al Papa cuando se tiene un encuentro con él. También es normal que estos tengan que ver con la cultura propia, a fin de compartirla con el Pontífice. Por ejemplo, la vicepresidenta Yolanda Díaz le hizo entrega de un libro de Rosalía de Castro, gran exponente de las letras gallegas, mientras que Evo Morales sorprendió algo más regalando a Francisco un crucifijo con forma de hoz y martillo, apelando a la unión entre jesuitas y marxistas en Latinoamérica. El presidente estadounidense Lyndon B. Johnson fue algo más allá en la búsqueda de un detalle con significado personal y, directamente, en las Navidades de 1967, regaló al Papa Pablo VI un busto de su propia cabeza (la de Johnson). Uno de esos ejemplos de desequilibrios que a veces se dan en estos intercambios: el regalo del Papa para el mandatario fue una pintura al óleo del siglo XV.

Se desconoce en qué lugar del Vaticano fue depositado el busto de Lyndon B. Johnson, aunque, según un jefe de protocolo del Departamento de Estado, el presidente encargó una remesa de 200. Varios fueron entregados a líderes asiáticos, mientras que los restantes aún pueden ser comprados a un precio de 150 dólares en la página de la Fundación Lyndon B. Johnson, para quien quiera adivinar a sentir lo que experimentó el Papa mientras lo sostenía.

El muñeco de la violencia vicaria

El director Alfred Hitchcock sometía a las actrices de sus películas, a maltrato y tortura psicológica con el supuesto objetivo de preparar sus papeles. Entre quienes se pronunciaron, parece que quien se llevó la peor parte fue Tippi Hedren, protagonista de Los pájaros (1963), que en sus memorias aseguró haber sido acosada sexualmente por el cineasta, además de herida durante el rodaje de algunas secuencias de la famosa película de terror por el uso de pájaros reales, del que no estaba avisada. Una crueldad que extendió a la familia de la actriz: a su hija, la también intérprete Melanie Griffith, cuando solo tenía seis años, le regaló una figurita de Hedren muerta, en un sarcófago en miniatura. Cuando estalló el movimiento Me Too, la estrella del cine clásico volvió a hablar de su experiencia con Hitchcock: “No hay nada de nuevo en esto. Es muy desconcertante tener constantemente a hombres que creen que pueden hacer lo que quieran a las mujeres”.

Es por tu bien

Los regalos del exlíder de Podemos Pablo Iglesias durante su etapa en política siempre dieron mucho que hablar, desde los DVD de Juego de tronos al rey Felipe VI hasta el libro de baloncesto que, durante las negociaciones para formar gobierno en 2016, le entregó a Pedro Sánchez con la dedicatoria: “Es bueno empezar por lo que nos une”. De esos presentes con mensaje, Iglesias también recibiría otro por parte del presentador Pablo Motos, durante una visita al programa El hormiguero.

En el marco de las críticas al machismo de Motos después de que atacase en Antena 3 una campaña del Ministerio de Igualdad en la que se dio por aludido, Iglesias reveló recientemente que el humorista valenciano le hizo entrega de un sistema de cuerdas TRX. “Hay que ir muy de sobrado para regalarle a un líder político una máquina de ejercicios para que reduzca su chepa”, declaró en un artículo donde describía a Motos como “un símbolo y una referencia para los hombres que se ven o se sienten pequeños”. No obstante, en la misma pieza admitió usar con frecuencia el regalo y lo reconoció como muy útil y favorable.

El más buscado en La Tienda del Espía

Semanas antes del final de la II Guerra Mundial, en lo que sin duda debía interpretarse como un gesto de buena voluntad en el inicio de una nueva y mejorada relación entre aliados, la Organización de Pioneros Vladímir Lenin (es decir, las juventudes soviéticas) regaló al estadounidense W. Averell Harriman, embajador en Moscú, una placa de madera con un grabado del símbolo del águila calva, Ave Nacional del país norteamericano. Una muy positiva señal de reconocimiento diplomático, si no hubiese sido por el dispositivo de transmisión escondido en su interior para que la Unión Soviética estuviese al tanto de todas las conversaciones de los cinco embajadores que ocuparon el cargo hasta su descubrimiento, en 1951. Bautizado como The Thing, no dejaba de ser un buen regalo, porque, todo sea dicho, el aparato era de gran valor: se trataba de una sofisticadísima invención del importante y famoso Leon Theremin, creador además del instrumento musical que lleva su apellido.

¿A quién llamas cobarde?

No hay registros históricos que indiquen que no se trate de una licencia literaria, artística y, sobre todo, satírica, pero el poema flamenco de 1346 Voeux du heron (en español, Los votos de la garza), de autor desconocido, atribuía el origen de la guerra de los 100 Años a una machada entre el consejero Roberto III de Artois y el rey Eduardo III de Inglaterra. El primero, al que Francia había confiscado sus bienes después de intentar falsificar el testamento de su padre para heredar el condado de Artois, trató de instigar la guerra mediante una provocación al monarca inglés, al que durante un banquete obsequió con una garza, “el pájaro más cobarde”, según el poema. Y funcionó. Aunque diversos historiadores han dado por hecho que el relato es ficticio, autores como el experto en la guerra de los 100 Años Donald J. Kagay lo han considerado un buen reflejo de la relación entre los dos hombres.

Regalo de griegos

Los regalos a otra persona que realmente son para uno mismo: todo un clásico. Desde ese libro que hacía tanto que queríamos leer hasta ese concierto para el que no teníamos acompañante, la temporada de regalos es campo abonado para hacernos obsequios indirectos. Se trata de una tradición que viene de lejos y que el poeta Homero ya reflejó en La Odisea, donde apareció por primera vez el regalo interesado más famoso de la historia, el Caballo de Troya. Los eventos, cuya veracidad ha sido ampliamente discutida a lo largo de los siglos, son de sobra conocidos: los griegos hicieron entrega de un gigantesco caballo de madera a los troyanos, que lo entendieron como un reconocimiento y un signo de su victoria. Sin embargo, al introducirlo en la ciudad, del caballo salió un grupo de soldados que, por fin, tomó Troya. En algunos países, la expresión “regalo de griegos” se utiliza para denominar aquellos presentes con una motivación oculta.

Ese vestido te sienta de muerte

La mitología griega, en general, está llena de “regalos de griegos”. Ya el propio Zeus decidió que un buen regalo de boda para la cuñada de su enemigo Prometeo, Pandora, era una caja con todos los males del mundo en su interior. De bodas iba también la cosa cuando la bruja Medea, iracunda después de que Jasón le abandonase para irse con Creúsa, hija de Creonte, se adelantó a la unión entre su exmarido y la amante enviándole a ella un vestido envenenado, que causó automáticamente su muerte cuando se lo puso. Esta idea también aparece en el mito de Hércules, que murió después de ponerse la camisa de Neso, un regalo de su tercera esposa que llevaba, sin que ella lo supiera, la sangre del centauro Neso e hizo que el héroe ardiera después de ponérsela. Un sencillo recordatorio de que, cuando a uno le regalan una prenda que no termina de gustarle o no es de su talla, hay que poner buena cara y tener en cuenta que podría ser peor.