La mujer que ha estado en una cueva 500 días sale a la luz

EL PAÍS

JAVIER ARROYO

Granada – 14 abr 2023. Siete minutos después de las nueve de la mañana de este viernes, con gafas de sol y sonriente, Beatriz Flamini ha abandonado la cueva de Motril (Granada), a 70 metros bajo tierra, en la que ha estado viviendo, aunque no de forma ininterrumpida como pretendía, desde que entró en ella el 21 de noviembre de 2021. Flamini, madrileña de 49 años, entró en ella entonces, como enigmáticamente anunció en Instagram un par de días antes, y ha salido este 14 de abril, lo que suma 509 días, es decir, un año, cuatro meses y 22 días. Durante ese tiempo, eso sí, fuentes de su equipo han admitido que interrumpió su experiencia por un problema de ruidos y, tras pasar casi ocho días en superficie, volvió a completar la aventura, que será reflejada en un documental, ya que una productora ha estado detrás de la operación desde el principio.

Pasados los 300 días de encierro voluntario, Beatriz abandonó brevemente su reclusión porque sentía, explican fuentes cercanas, “el ruido del router en su cerebro”, que tenía consigo en la cueva para comunicar sus necesidades básicas. Pasó seis días acampada junto a la entrada de la cueva y, según las mismas fuentes, solo tuvo contacto con una persona, que entró a revisar el aparato. Flamini decidió entonces seguir con su experiencia, de la que no se sabía nada, salvo esa pista en la red social, en la que la siguen 4.226 personas, hasta que esta semana se ha dado por concluida. A la salida de la cueva, ha dicho que se encontraba muy cómoda dentro. “No quería salir hoy”, ha asegurado. “En ningún momento he pensado en abandonar. Me he llevado muy bien conmigo misma”, ha rematado.

El objetivo de Flamini, quien se define a sí misma como “alpinista, deportista de élite y escaladora”, era permanecer en una cueva sola, en aislamiento, sin referencias de tiempo, sin noticias y sin contacto con el exterior. La mujer, que ha calificado este desafío personal de “excelente e insuperable”, ha sido asistida nada más salir por una psicóloga y se ha sometido a un chequeo médico antes de comparecer ante la prensa a las once de la mañana.

La cueva está situada en las proximidades de la costa granadina. La oquedad en la que ha residido Flamini tenía una altura aproximada de 12 metros y una superficie similar. Las condiciones de su aventura la obligaban a no saber nada del exterior, pero ella sí ha dispuesto de un ordenador y un router que le han permitido enviar textos y videomensajes y, a la vez, servían a quienes la supervisaban para conocer el estado puntual de la aventurera y sus necesidades.

En la rueda de prensa que ha dado poco más de dos horas después de salir de la cueva, Flamini se ha mostrado de buen humor y con buena predisposición a atender a todo el mundo, aunque por momentos le costaba trabajo hilvanar los argumentos. También ha reconocido que tenía ciertas lagunas de memoria, sobre todo a corto plazo. Flamini ha contado que todo lo que le haya podido ocurrir en el interior ya lo tenían previsto, en referencia a la preparación psicológica previa, que tuvo en cuenta todas las variables. Nada la ha cogido de sorpresa, excepto “las moscas”, que en un momento concreto y por un tiempo, “se volvieron muy molestas”.

Las personas que la han ayudado ―un club de espeleología de Motril, diversos investigadores de las universidades de Almería, Granada y Murcia y una empresa madrileña― aseguran que la tecnología de la que disponía en la cueva estaba capada y preparada exclusivamente para que ella enviara mensajes y nada más. Además, añaden, Flamini no ha tenido reloj o cualquier otro dispositivo que le permitiera tener ninguna referencia temporal. Lo único que le permitía tener una aproximación al tiempo transcurrido ha sido, explican, su propio periodo menstrual.

En su comparecencia, Flamini ha dicho que dejó de contar a los 65 días. “A mis 65 días”, ha aclarado. “No hay ningún truco para saber los días que han pasado”, ha dicho. Luego ha especificado que, si tuviera que dar una sensación sobre el tiempo pasado en el interior, ella diría que habían transcurrido apenas unos “160 o 170 días”

Los víveres, así como baterías, bombillas o cualquier otro aparato de los que tenía en la cueva que haya necesitado ser reemplazado, le han llegado a través de miembros del grupo de espeleología motrileño. Habían acordado un punto intermedio en el que ellos le dejaban el avituallamiento y ella, cuando consideraba necesario, acudía a llevar la basura generada y a recoger lo que le habían dejado. Las necesidades las comunicaba a través de mensajes de texto o videomensajes que enviaba periódicamente.

El objetivo de esta aventura ha sido sobrevivir en lo que Beatriz Flamini denomina “autosuficiencia” y, también, grabar un documental. Según ha explicado Dokumalia, la productora de televisión detrás de la aventura, Flamini vio la serie Rescate de La 2 que ellos habían realizado. Ella misma les propuso entonces este reto y la productora asumió la operación, a la que se unieron diversos científicos: psicólogos de Granada, Murcia y Almería, así como una empresa madrileña de cronobiología, que ha estudiado “los ritmos circadianos y el sueño de Beatriz bajo las condiciones excepcionales en las que se encontraba”. La madrileña tenía consigo un botón del pánico por si se encontraba en peligro o quería acabar con el proyecto. Ha asegurado que nunca sintió la necesidad de pulsarlo.

Los investigadores universitarios, todos del ámbito de la psicología, han analizado la personalidad de Beatriz y su evolución, su capacidad de sufrimiento, la afectación por el aislamiento social y cómo la desorientación temporal ha influido en la propia percepción del tiempo. La aventurera ha contado que ha “respetado el silencio de la cueva”. “No he hablado sola”, afirma. Sí ha emitido algunos “alaridos” de desesperación cuando “perdía algún objeto rodando por los muchos agujeros de la cueva”. Aunque no ha querido especificar cuál será su próximo reto, Flamini ha reconocido que ya lo tiene casi del todo planificado.