Gobernar a los fanáticos

Cipriano Miraflores

Gobernar sin afanes autoritarios es alejarse a buena distancia de las malas artes del poder y acercarse al juego sutil, eficaz, dialogante, razonable de gobernar con éxito, con legitimidad y con gran respaldo de la opinión ciudadana.

Gobernar, con gestos y discursos, cambiar malos climas políticos, darles cauce institucional, sortear escollos, reagrupando equipos, mejorando relaciones mediante la astucia, la determinación en ciertos casos, es gobernar a distancia de martillazos autoritarios.

 Esta forma de gobernar requiere de una amplia y formidable cultura política democrática que toma distancia de las culturas políticas parroquiales y patrimonialistas, desde luego, lejos de la necesidad de caudillos, jefes políticos, mesiánicos, populistas y demagogos.

 Ser gobernante democrático requiere de talento, personalidad y de gran visión. Este tipo de gobernantes se requieren en los grandes cambios, en las grandes reformas, pero al no encontrarse es fácil ser sustituidos por autoritarios, demagogos y populistas.

  La visibilidad de los gobernantes autoritarios contrasta con la invisibilidad de los gobernantes democráticos, estos gobiernan suavemente, casi sin peso, sin abrumar, son pues eficientes.

Para los gobernantes democráticos suele ser un verdadero problema asumir el poder político en tiempos de fanáticos, de dogmáticos, de fundamentalistas, de masas –pueblo. Es inteligente no aceptar sus dictados, como tampoco sus reglas del juego.

Al contrario, el gobernante autoritario los encabeza, los ideologiza, la usa, pero con el tiempo se verá envuelto en sus deseos irracionales, puesto que converger en sus reglas, se vuelven más exigentes, intolerantes y audaces.

El líder democrático, en cambio, gobierna a los intolerantes, es decir, busca encausarlos, agruparlos, influenciarlos, ceder y retroceder en su relación con el ellos. Toma el tiempo necesario hasta debilitarlos y finalmente, extinguirlos. El gobernante democrático los vuelve, inteligentemente, en cenizas, el gobernante autoritario los vuelve en volcán, una horda de reclamantes de supuestos derechos ganados en campos de batalla, al final, se empoderan, el gobernante autoritario se subsume en ellos hasta caer en el olvido. La razón del poder es más poderosa que la sinrazón de los fanáticos.

Para vencer a los fanáticos, lo primero que hay que hacer es comprenderlos, saber de sus motivaciones y creencias. Recuérdese que los fanáticos son disciplinados, tanto teórica como en práctica, son dedicados y de fuertes convicciones. Para vencerlos, es necesario saber y comprender el subsuelo de sus ideas, de su mentalidad, qué los mantiene vivos y en acción, qué tanto tocan en lo religioso en sus ideas y acciones, sus actos son de fe o de motivaciones políticas, gozan de delirios mesiánicos, de primitivismo ideológico o simplemente representan la banalidad política del líder.

Al gobernante demócrata le es consustancial el uso adecuado del lenguaje, debe ser un maestro del buen decir, de impactar y motivar en una sola frase. Esto se logra si se es claro, diáfano, sencillo, regularmente directo, sin darle muchas vueltas a las cosas, saber exactamente a qué públicos se está dirigiendo, los debe tener en la mente y en el corazón, a veces, no muchas, solo por ocasión, en el hígado.

 Tiene que ser eficaz en uso del lenguaje cuidando siempre de los momentos de la veracidad. La verdad política no es lo mismo que la verdad moral. La verdad política salva a los pueblos, la verdad moral solo salva al individuo. La verdad política es histórica y situacional, la verdad moral es total e universal. La verdad política gana ciudadanos, legitimidad y estabilidad de gobiernos, la verdad moral es solo para ganarse así mismo. Pero frente a un gobernante discreto y limpio el asunto, a veces, sale sobrando.

Gobiernos que ganen el futuro

Cipriano Miraflores

La nueva lucha política en el contexto mundial se desenvuelve entre los gobiernos que impulsan a las sociedades abiertas e interconectadas y los que se pronuncian por sociedades cerradas. Entre sociedades globales, plurales, democráticas e interculturales, así como por el libre mercado sujeto a directrices de gobiernos responsables y por el otro lado, por sociedades y gobiernos altamente nacionalistas, homogéneos, autoritarios y proteccionistas.

 En los primeros la competencia está la clave, preparar a Estados, naciones, grupos, clases e individuos a ganarse su espacio en el concierto de las naciones democráticas. Los otros cierran los ojos ante la competencia mundial de los mercados y se enconchan en defensa de aquello que creen suyo y del pueblo. La clave está en lograr gobiernos que se plantean ganar el futuro y aquellos que buscan resolver los nuevos problemas con métodos del pasado, precisamente para revivir glorias antiguas.

Los de la sociedad abierta procuran enfrentar las realidades para poder señalar caminos de esperanza, los de la sociedad cerrada, prefieren deformar la realidad para minar la esperanza de cambio y lograr la conformidad que es la dolencia fundamental de estas sociedades, las primaveras políticas son de poca duración en estas sociedades.

Situarse en su tiempo es una virtud del gobernante de sociedades abiertas, explicarla, entenderla, comprenderla, conceptualizarla, categorizarla. Los gobernantes que se saben situar en sus tiempos históricos, alcanzan la gloria, entienden perfectamente los síntomas de lo nuevo y de la decadencia de lo viejo, los que entienden que se deben enfrentar a los nuevos hechos con nuevas ideas y con nuevas personas, los que no, los que se encierran en sus ideas, concepciones, ideologías, los que niegan la historicidad de los hechos, de las ideas y de las creencias, tendrán siempre una mirada corta, son para afrontar los problemas del momento y jamás poner los cimientos del futuro.

En las sociedades abiertas se debaten las circunstancias, se asumen con responsabilidad, solo de esta manera se encuentran los mejores caminos para transitar con seguridad, sobre todo, en cuánto tiempo será la llegada, no gusta de las transiciones eternas. En las sociedades cerradas, todo lo anterior es responsabilidad de un solo hombre, una sola mente, un solo criterio, no se debate, se asume, no existen alternativos, es solo de una vía.

En los gobiernos de sociedades abiertas siempre se vive en paradigmas, de nuevos planteamientos sobre las costumbres sociales, políticas, económicas, administrativas, se prefiere el riesgo a la inmovilidad, se prefiere todo al estancamiento, solo moviéndose se vislumbran nuevos horizontes. Los gobiernos de las sociedades cerradas el temor, el miedo abarca a casi a todos, más al gobierno. Se prefiere a la repetición, a la mecanización, a la seguridad que a la libertad, a la certeza que a la indagación, a las mismas soluciones de problemas diferentes.

La piedra de toque de la sociedad abierta es el esfuerzo y al deseo de saber siempre, en la sociedad cerrada es el conformismo y la ignorancia. En la sociedad abierta se está ante la gran diversidad teórica que la trata de explicar, en la sociedad cerrada la realidad se adapta a una teoría declarada oficial y verdadera.

En la sociedad abierta se confronta, se critica, en la sociedad cerrada se asume en silencio. En la sociedad abierta se busca el desequilibrio que alumbra, en la sociedad cerrada gusta de la unidad y de la uniformidad que cautive, que someta, que alabe, que embriague. En la sociedad abierta existe enorme confianza en el otro, en los otros, en las sociedades cerradas solo se tiene confianza en sí mismo.

En las sociedades abiertas los gobiernos son “para”, en los gobiernos de las sociedades cerradas es “contra”. El gobernante de la sociedad abierta no se embriaga de poder y al mismo tiempo lograr la admiración del pueblo, el gobernante de la sociedad cerrada desea fervientemente esta convergencia. Acción y realización está en la mente del gobernante de la sociedad abierta, al gobernante de la sociedad cerrada lo minimiza al máximo sin sonrojarse (Macron: 2016).

El gobernante de la sociedad abierta entiende que el pueblo puede dar más, que goza de una potencialidad inagotable, el gobernante de la sociedad cerrada entiende que el pueblo se agota en él, que él sintetiza todo lo que quiere y desea el pueblo. Por eso la iniciativa muere en este tipo de sociedades.

Ambos gobernantes deberán de comprender que el capitalismo está dando sus coletazos finales, muy graves y peligrosos. Por la desigualdad que ha producido no es posible que perdure más. La destrucción medioambiental, la sobrepoblación planetaria, la transformación digital, son retos a emprender. Cómo solucionar estos problemas reduciendo el conflicto al mínimo, sin perder humanidad y libertades. Se debe plantear nuevas estrategias y lógicas para abordar los problemas. Debemos construir un mundo donde quepan todos los mundos en igualdad de circunstancias y en condiciones de libertad. Este es el reto.

La democracia en vilo

Cipriano Miraflores

Si el ser humano no le es ajeno vivir con sus congéneres, este vivir social lo convierte en una persona que dependerá fundamentalmente de las condiciones sociales, culturales e institucionales de su vida. La persona que vive en estas condiciones, establece arreglos sociales que conducen necesariamente a sus derechos, bienestar, a la realización de sus justas aspiraciones, este conjunto de arreglos humanos, se les puede denominar bien común (Chomsky: 2022).

El problema de nuestro tiempo es que el Bien Común no es materia fundamental de los gobiernos, por la suma de la economía con el poder político para el beneficio de unos cuantos. Las libertades ganadas, los niveles de igualdad adquiridas, los niveles de democracia alcanzadas, están en verdadero peligro por el poder, por sus nuevas formas y por su naturaleza que atenta a nuestra civilización en su expresión positiva (Naím, Moisés: 2022).

Las complejas condiciones de nuestro tiempo han hecho que el poder político sea relativamente fácil de obtener, muy difícil de ejercer de manera democrática, por ende, de suma facilidad para perder. Por estas razones, han surgido nuevas élites que procuran no perderlo con facilidad y buscan nuevas formas de conservarlo fuera de los cánones democráticos.

Existen nuevas condiciones y realidades como las migraciones, el aumento de la violencia, del crimen organizado, de nuevas identidades, falta de certeza para el futuro, de nuevas tecnologías que desplazan al propio ser humano, hasta llegar a la irrelevancia de grandes sectores humanos para los regímenes políticos. Los comandantes de estos regímenes políticos son los polpulistas, los polarizadores del poder social y los expertos en la posverdad. El secretismo es el modo de ser y estar de estas élites políticas, les es inevitable estar en posición autocrática del poder, de confusión burocrática de la cosa pública, de la utilización de subterfugios legales para la administración pública, de ser expertos de la manipulación de la opinión pública, del control de sus críticos y adversarios que serán considerados enemigos, donde cuenta la lealtad y no la capacidad en relación al vértice del poder. Todo esto son elementos que van socavando los elementos de la democracia.

Si bien es cierto que la democracia ha venido acarreando rendimientos decrecientes, es en la misma democracia donde se pueden alcanzar las soluciones para el bien común y no mediante el ejercicio de su contraparte: la autocracia, el autoritarismo.

El autoritarismo ha instrumentado nuevos recursos del poder, sea para acceder al mismo, para conservarlo o para incrementarlo. Destaca la utilización de los grandes márgenes de la desigualdad que ha sido la fábrica de producción de pobres a gran escala como estrategia política de acceso, conservación e incremento del poder político. Más que la solución de la desigualdad, los nuevos regímenes políticos lo administran para su debida utilización política. Qué lejos estamos de aquellos regímenes que buscaban la reducción de la desigualdad e inclusive de su desaparición.

Por otro lado, los nuevos regímenes autoritarios son proclives a la extinción del ciudadano cívico, de la persona atenta al desempeño de los gobiernos y gobernantes, informada y crítica de su condición social, de la persona que emite, regularmente, un voto razonado en las elecciones. En suma, sujeto fundamental de la democracia representativa.

En cambio, los gobiernos autoritarios procuran el fortalecimiento y expansión del ciudadano –pueblo, que pierde su identidad personal, tiende a convertirse en masa, sujeto a estímulos poco razonables y más emocionales, como la defensa de la patria, por ejemplo. Esta masa es de fuerza extraordinaria al mando del gobernante autoritario, fácil de manipular, de adoctrinar y de ideologizar. El comportamiento masa del ciudadano –pueblo se asemeja al fuego, al agua y al viento que dándoles dirección son muy obedientes. Gran parte del poder del autoritario está en esta masa, de aquí de su reiterativo discurso sobre el pueblo.

Asimismo, el autoritario es muy desconfiado, necesita de la lealtad a toda prueba, los amigos juegan un papel fundamental, la lealtad partidista se transforma en lealtad personal, algunos llegan a tal desconfianza que prefieren gobernar en familia. Se ha llegado afirmar que en el cargo público la lealtad tiene un peso del 90% y la capacidad un 10%. Son gobiernos muy temerosos de la traición, viven en la desconfianza constante, la vigilancia y la autovigilancia es norma de gobierno, así como de la proliferación de la “grilla”(mala fe en las relaciones políticas), como estado permanente, son gobiernos enredados en sí mismos.

Por lo mismo, el control de la información y de la comunicación es fundamental para el gobernante autoritario. No dejará pasar un ápice de información que no sea de acuerdo a los objetivos de gobierno, ni comunicará información que debilite al gobierno, en caso de ser obligado a informar será siempre de acuerdo a sus intereses como gobierno personal. La práctica de la posverdad será estratégica, podrá no mentir pero la verdad será transfigurada a conveniencia.

Por estos juegos de poder personalizado, vinculante entre personalidades, es proclive al culto a la personalidad del titular del Poder Ejecutivo, el mismo personaje comunicará e informará de sus valores, de sus principios, de su historia llena de esfuerzos, será siempre de la cultura del esfuerzo, será inclinará por obras públicas que lo hagan trascender en los anales de la historia, realizará acciones que fomentarán el orgullo nacional o levantarán alguna dignidad perdida. Por lo regular, a este tipo de gobernantes gustan de rodearse de personal militar en razón de su disciplina y espíritu de obediencia y orden administrativo.

 Estos gobernantes no son carismáticos, más bien se construyen un determinado carisma de acuerdo a las circunstancias. Gustan de la austeridad, de cierta humildad, darán a entender que el servicio público es siempre un sacrificio que se hace por el bien del ciudadano –pueblo. Serán enemigos de las pompas y de los lujos, aunque gustan de hacer sentir de su poderío, vivir, por ejemplo, en los centros de poder. Gustan hacer saber a los ciudadanos – masa de un saber didáctico de la política, de la historia nacional, de su grandes intuiciones sobre la geopolítica, se consideran zorros y leones del poder, por lo mismo, gustan citar a Maquiavelo, pero del Príncipe y no del Tito Livio. Por las razones anteriores, tiene un sentido paternal y machista del poder, les es difícil rehuir de ello.

Alto a las perversidades del poder

Cipriano Miraflores

El futuro de la democracia en el mundo y en nuestro país muestra signos preocupantes, sin exagerar, el arribo de gobernantes autoritarios y populistas es ya un problema mundial.

Vivimos en un mundo de exceso de información, una mente normal nubla su mente por este fenómeno, la claridad se transforma en un recurso extraordinario de poder. Las sociedades andan a tientas por falta de visibilidad por las cosas sociales, económicas, políticas, culturales, por ende, sus clases dirigentes se ven incapacitadas de certeza en la conducción de los intereses comunes de tales sociedades.

Los países son presa fácil de demagogos y de magos de la gestión pública que todo prometen y todo pueden resolver sin mayor ciencia. Nos dirán que gobernar es de sentido común y que tener doctorados en administración pública es un exceso.

Las libertades y la democracia están en serios problemas, a pasos agigantados están perdiendo legitimidad y credibilidad. Si a esto le sumamos el desarrollo de las tecnologías de la información y en la biotecnología, que son ya verdaderos retos para los gobiernos.

 Se proyecta que la suma de la infotecnología y la biotecnología producirá el más alto índice de desempleo que la humanidad no ha visto jamás. El lumpen humano atentará las libertades y sumará la servidumbre humana. La concentración de la información en unas cuantas manos irresponsables significará la consolidación de gobiernos manipuladores, de oligarquías de la información, que naturalmente lo harán en su provecho.

La globalización democrática parece ser el camino más adecuado para preservar la paz, la prosperidad y la felicidad humanas y alternativa de nuevos nacionalismos, populismos y autoritarismos que están adquiriendo fuerzas muy peligrosas.

Ante las precariedades humanas que se asoman en el horizonte, donde las grandes masas serán irrelevantes para las élites económicas y políticas, las nuevas sociedades serán de constante búsquedas espirituales que son la alternativa de los bienes materiales, pero que serán campo propicio para demagogos y magos de la política.

Otro fenómeno que nos está tocando la puerta, la falta de confianza en los gobiernos por los excesos del poder del dinero. La unión de la política con el dinero que se llama mercantilismo es la normalidad en estos momentos. Los pocos gobernantes honestos están claudicando y se están dejando llevar por los cantos de las sirenas o por los encantos de la mujer del río.

La impotencia es la característica de la política en nuestro tiempo, demasiadas cosas, sobre todo, malas e infames están sucediendo, como el narcotráfico, no lo están controlando los gobiernos. Ante la velocidad de los acontecimientos los gobiernos se están viendo muy lentos en la toma de las decisiones, lo peor, no existe garantía de éxito.

Además existe una gran verdad, las nuevas tecnologías de la información y los medios de comunicación están sometiendo a los que se supone mandan. Ante ellos, los gobernantes están en constante desnudez, por ello, se sonrojan o se vuelven autoritarios y despóticos, o por lo menos cínicos.

Los partidos políticos que deben suministrar de buenos gobernantes y de buenos políticos a las sociedades, ya son aparatos pesados y demasiado burocráticos y oligárquicos que ya no sirven por lo que fueron creados.

Por ello, se necesita empoderar de nuevo a la política, la política como vía para desbaratar oligarquías pudientes. Los espacios que deja la política lo están llenando la violencia, la fuerza, el crimen organizado, los narcotraficantes, lo peor, estos están tomando las riendas del poder público, solo la política, la buena política lo puede evitar.

Los hombres del dinero tienden asegurar incrementar sus ganancias sin ninguna responsabilidad social, la política los debe encaminar en los espacios que merecen, lo privado, a la política se le reserva el espacio público.

Necesitamos poner un alto a las perversidades del poder e ir al encuentro de la buena política que solo le interesa el bien común.

El nuevo príncipe

En sus labores diplomáticas Maquiavelo observa la necesidad de atributos específicos y especiales de todo aquél que desempeñe funciones de gobierno. Esto era así porque la época y sus condiciones lo requerían de esta manera. La época ya cambió, las condiciones son otras, si bien, en los gobiernos aún se requieren cualidades específicas y especiales para desempeñar las funciones del Estado, les es indispensable una buena dosis de desarrollo institucional para asegurar los objetivos y la estabilidad del gobierno. Gran parte de las virtudes gubernamentales descansan en la fortaleza de las instituciones políticas, jurídicas, sociales, económicas y culturales, sin estas fortalezas es complicado lograr la adquisición, conservación e incremento del poder, razones del escrito de Maquiavelo.

Hoy, el nuevo príncipe, es la fortaleza institucional del Estado, del gobierno, de la administración pública y las de la sociedad. Si a esto le sumamos las buenas virtudes del gobernante, seguramente se obtendrá un buen desempeño en las cosas públicas. Esto es así porque en los nuevos tiempos, los gobernantes se enfrentan, en el contexto de un mundo muy interdependiente y complicado, a problemas y a situaciones que requieren, no solo de inteligencia, de oficio político, sino de instituciones sólidas que los respalden. En un Estado poco institucionalizado, las habilidades del gobernante no son suficientes para alcanzar los objetivos.

Habría que recordar que Estados de fuerte y amplio desarrollo institucional, sus relaciones políticas son regularmente estables, bien estructuradas, producto de un largo proceso de maduración y de experiencias. Hábitos, prácticas y costumbres que la sociedad las convirtió en normas consensadas desde la legalidad como desde la moral.

 En esta maduración institucional, los gobiernos obtuvieron seguridad en sus expectativas políticas. Además las instituciones son producto de reflexiones, cuestionamiento constante en un ámbito de libertades, en llamados periódicos de consultas al soberano y en la consolidación de los derechos y deberes de los ciudadanos en un marco de relaciones normadas entre individuos, grupos y clases. Este nuevo príncipe adquiere una dimensión que Maquiavelo no lo pudo imaginar jamás.

En toda sociedad se impone una forma concreta de autoridad, su existencia a partir de la cosa común, de la “re pública”, que debe estar constituida por instituciones, normas jurídicas y por acuerdos sociales. La “re pública” le es inherente el respeto a la legalidad y la obediencia del orden político. Sin la obediencia y el respeto a la legalidad no puede existir el bien común. Donde no hay orden no hay estabilidad, este se adquiere acomodando las instituciones a las cosas y no éstas a las instituciones.

Los que asumen la dirección de la cosa pública adquieren por ello una posición de poder en las relaciones sociales, esto es conocido como poder político. Este poder es el principal medio de control social que se ha conocido hasta el momento. Este poder político, inherente a la sociabilidad humana,

El poder controla el poder

Cipriano Miraflores

El pueblo indígena de México constituido por diversos pueblos en el territorio nacional, pueblo indígena, denominación de los invasores españoles, a través del tiempo, ha adquirido la categoría de definición aceptada. En la Constitución General de la República se nos define como pueblos indígenas, en realidad somos un solo pueblo como mayas, zapotecos, purépechas, otomís, etc. A la élite política les conviene mantenernos divididos para seguirnos dominando, le teme a nuestra unión.

Además, no nos han conquistado totalmente, hemos resistido y seguimos vigentes. Al contrario, de pueblo desperdigado en todo el territorio nacional después de la invasión, ser ignorados y reprimidos durante los gobiernos liberales, ser tutelados por los gobiernos revolucionarios y ser invadidos de nuevo por empresas capitalistas durante el neoliberalismo, nos hemos convertido en verdaderos sujetos políticos, con un proyecto de emancipación a partir de la nueva Era del Quinto Sol.

 La lucha por ser reconocido como sujeto político de pleno derecho, mediante la transformación del Estado, de oficina de los capitalistas a Estado plurinacional, además, mediante la modificación social, ideológica y política de la percepción que tienen de nosotros la sociedad política de México. (López Bárcenas: Los movimientos indígenas en México: rostros y caminos).

Este reconocimiento como nuevo sujeto político que trae no solo un proyecto político para sí, sino para todo México, incluso para toda la humanidad, ante el peligro de su destrucción por el dios del dinero y del egoísmo.

Es a partir de los quinientos años de la invasión, que se vuelve a tomar conciencia de nuestro papel en nuestra historia de resistencia, haciéndonos acompañar por los hermanos de lucha: los afromexicanos .

Como nuevo sujeto político planteamos revalorar nuestro papel de cara al proyecto político de los mexicanos. En una sociedad demodiversa, plural, multicultural, plurilingüe, se debe montar un Estado plurinacional, de democracia republicana, de federalismo acentuado y comunal, así como un Estado antiracial, antipatriarcal y ecológico, en este proyecto nos ubicamos.

Para el logro de esta acción y lograr el proyecto, necesitamos lograr la reforma constitucional para que se nos reconozca como sujetos colectivos de plenos derechos y como pueblo que goza de derechos humanos en cuanto sujeto colectivo. En este marco, poder hacer valer nuestro derecho de libre determinación y de autonomía.

Con estos logros lograremos dejar de ser considerado como pueblo colonizado, entonces, en una visión macro la lucha es en contra de nuestra condición de colonizado.

Tiene razón el hermano mixteco Francisco López Bárcenas cuando llama a construir una agenda común de resistencia y luchas emancipatorias del pueblo indígena, con la participación de todos sus pueblos en un solo puño, para el logro de nuestro proyecto, así, pasar de la resistencia a la emancipación.

Esta emancipación es política, tener el poder. Pues como lo afirma el hermano maya tzeltal Javier López Sánchez, el poder controla al poder.

Zapata Vive: la Lucha Sigue

Cipriano Miraflores.

Zoochila, como otros tantos pueblos originarios, está en proceso de convertirse en una población, dejará de ser pueblo, comunidad; los principios y los valores de la comunalidad dejarán de existir, será solamente un montón de personas que vivirán en un espacio territorial.

Su identidad se desvanecerá, su rostro diferenciado será de lo más común. Su orgullo, su historia, su cultura, sus tradiciones, será solo recuerdos que se contarán en una plática, en una reunión, en el corredor del palacio municipal.

Las tremendas deliberaciones en la asamblea serán solo anécdotas, ya la gente no tendrá motivos para celebrar las deliberaciones públicas, lo privado demostrará su fuerza y su dominio.

¿Tequio? ¿Guz? Ni pensarlo, para eso se pagan impuestos para que las autoridades se encarguen de la obra pública. ¿Reciprocidad? Para eso está el dinero. ¿Servicios comunitarios? Para eso me acojo a los derechos humanos.

¿Cargos municipales? Primero que me paguen. Si entran los partidos políticos mejor, cada quién con su planilla y san se acabó.

Pues sí, esto nos espera a los zapotecos zoochileños si no hacemos algo. En esto ya están miles de comunidades y municipios de los pueblos originarios de Oaxaca. Triste nuestra calavera, seremos poblaciones sin chiste, sin gracia, sin futuro, sin camino, sin ruta.

Solo seremos motivo de disputa electoral entre partidos corruptos, para políticos igual de corruptos, para gobernantes ineptos y ladrones, nuestra resistencia llegó a su fin.

En este escenario, los que gobiernan el Estado, nos seguirán considerando, como lo han hecho por siglos, como incapaces relativos, los que necesitan vejigas para nadar pues, los que están impedidos para representarse, como los niños, los borrachos, los locos.

A pesar de este panorama tan feo, todavía encontré signos de esperanza, que no todo se está pudriendo, que no todo se está desvaneciendo. Me renació esta esperanza cuando observé al principal Florentino Hernández, de más de 85 años , 60 de ellos dedicados a servicios comunitarios, entonar la notas de la flauta, acompañado del tamborero Rafael García de la comunidad de Solaga, que junto con Bruno Enríquez se dedican a preservar la música de flauta, tambor y del clarín.

Cómo no renacer la esperanza cuando me entero que año con año, alguna familia de la comunidad, se desprende de su torito para donarlo para los alimentos de los visitantes en la cocina comunitaria.

Más se alimenta mi alma cuando encuentro a mujeres de la comunidad que están dispuestas iniciar el rescate y fomento de la lengua. Más cuando me entero que los sacerdotes están dispuestos a oficiar en lengua madre.

Mención especial merecen los músicos que siguen fomentando los jarabes y sones característicos de las regiones de nuestro Estado, más los de la sierra.

Admiro el garbo de la mujer que luce el traje tradicional de la comunidad que potencia su belleza. Admiro los celos de Abel Enríquez por conservar la destilación ancestral del buen mezcal o de los cuidados para para conservar su calidad como José Cruz, Pastor Luna o Víctor Cruz.

 Sé de la devoción de los jóvenes de la comunidad en la elaboración del tapete natural para darle realce a la procesión de la virgen de la Candelaria, nuestra patrona.

Da gusto que los hermanos de otras comunidades como los de Yalálag, Yatzachi el Alto, Zoochina, Zoogocho, Yalina, etc; compartan con nosotros sus alegrías y sueños y más con los hermanos migrantes que en sus pechos no cabe el enorme orgullo de ser comunitarios y zapotecos.

Ver las parejas de jóvenes bailar, casi con perfección, con el rostro lleno de alegría y satisfacción, los sones y jarabes entonados por las bandas de Betaza y Yalálag, que siguen conservando la reciprocidad, costumbre ancestral de nuestros pueblos.

Ver a los niños el gran esfuerzo para interpretar, como es debido, la danza de los negritos, para la satisfacción de los visitantes. Lo más valioso, vivir en paz y en armonía entre las comunidades y pueblos para alegrar nuestras fiestas.

Lo satisfactorio, observar a nuestras autoridades encabezadas por la presidenta municipal Beneranda Luna, la primera en nuestra historia, servir con esmero y detalle, a conciudadanos y a visitantes.

Como obra humana, nuestra historia y destino está en nuestras manos, tenemos la posibilidad para reorientar el camino, así lo piensa el doctor, paisano nuestro, Antíoco Sandoval, quien después de muchos años de ausencia, ha regresado a la comunidad para hacer historia comunitaria.

La motivación se expande con la organización de nuestros migrantes en los Ángeles California, en la Ciudad de México y Oaxaca, integrados, no por la nostalgia, sino por el orgullo de ser zapotecos. Su presencia en el pueblo alimenta el corazón.

Podemos reorientar el camino, el destino, hay potencia, hay carbón, hay voluntad. Hasta Ton, el loco del pueblo, piensa que sí.

 Zapata Vive, la Lucha Sigue.

Proceso de irreversible aculturización

Cipriano Miraflores

Los invasores castellanos primero y luego la élite política mexicana han soñado con hacer de México una sola nación y una sola cultura. Durante quinientos años han intentado diversos métodos y maneras para lograr desaparecer a los pueblos indígenas, que son un escollo a vencer para lograr su objetivo.

El método favorito ha sido la aculturización, es decir, hacer perder nuestras culturas e identidades mediante el Estado, las leyes, la educación, la religión, el comercio y su régimen político. Sin dejar de mencionar la exterminación física, la sobreexplotación, la dominación política y la manipulación ideológica.

Debemos de precisar que nos invadieron, no nos conquistaron, hemos estado en quinientos años de resistencia ante la colonización y la aculturalización. Sin embargo, ya se asoman signos de agotamiento de esa resistencia.

En 1994 dimos el grito de libertad de los últimos cincuenta años, nos visibilizamos de nuevo. El Estado respondió con un indigenismo participativo, pero no deja de ser indigenismo.

Por otro lado, existe un proceso de desarrollo de la monetización y mercantilización de la vida de los pueblos y comunidades que obligan a la adaptación de valores ajenos a nuestras culturas.

¿Estamos condenados a este proceso de aculturalización hacia los valores del capitalismo? ¿No hay remedio? ¿Estamos condenados a ser piezas de museo?

Con estas interrogantes fui a mi comunidad, a Santiago Zoochila del distrito de Villa Alta Oaxaca, observé distintos procesos en lucha, contradicciones de la vida comunitaria, de los valores de la comunalidad, resistencias heroicas, entrega de la plaza sin la lucha correspondiente.

Lo más grave, a una velocidad increíble se está perdiendo la lengua de nuestros padres, de nuestros ancestros, el castellano, por fin se está imponiendo. Perdiendo la lengua originaria se pierde gran parte de nuestra identidad como pueblo ancestral.

Qué remedio. Nuestros dioses ya se fueron, nuestros lugares sagrados ya no son fundamentales, el monoteísmo se impuso al politeísmo. Nuestra religión que nos hacía guerreros ya no existe, hemos caído en la mansedumbre que produce la religión cristiana.

Qué esperanza de conservar nuestra memoria, nuestra historia. Veo con tristeza que aquellos que defendieron nuestro territorio con las armas en la mano, caminan ya encorvados y con el peso de los años sin que nadie los salude con respeto. Ignorados, desplazados, lloran hacia sus adentros sin remedio alguno.

Nuestras increíbles bandas, distinción serrana, pensando que es signo de distinción tocar música de los grandes compositores europeos, sin pensar jamás que es un signo de aculturización y de colonización. Durante siglos existieron grandes compositores zapotecos, mixes y chinantecos que nos deleitaron con composiciones originales y cuya belleza el viento llevaba a los corazones.

Lo más peligroso, el famoso fandango serrano sustituido por música de conjuntos de cumbias y corridos que exaltan la violencia y el vivir aquí y ahora. Más me impresionó un letrero que lo exaltaba en el mero centro del pueblo.

Hasta la famosa misa oaxaqueña estamos perdiendo con los cambios hechos por los sacerdotes católicos. Ya la banda está perdiendo su protagonismo en la misa, haciendo casi inútil el ruego a Dios y a los santos.

Lo más preocupante, el surgimiento del grupismo que va minando el espíritu comunitario.

Allá a lo lejos escucho el clarín con su bélico acento anunciando la fiesta, el tambor y la flauta de carrizo me dan nostalgia, mucha nostalgia, pero también me anuncian que la resistencia no ha claudicado, que estamos de pie, que el último serrano caerá de cara al sol.

Manipulación del pueblo

Cipriano Miraflores

Los gobiernos manipuladores no se establecen límites, utilizan todas las herramientas que los fortalecen y huyen de aquellas que las debilitan en el contexto de no hallar limitaciones en sus acciones.

Para este caso, utilizan las nuevas estrategias, tecnologías del poder, organizaciones y el control de la mentalidad que la ciencia ha desarrollado en los últimos tiempos. Las tres formas básicas de manipulación gubernamental son: el populismo, la polarización y la posverdad.

El populismo es una estrategia para obtener, ejercer e incrementar el poder de una persona o de un grupo. Es una estrategia contenida en un plan determinado del ejercicio del poder. Todo se hace bajo un cálculo determinado para un fin específico, nada se hace fuera de contexto del plan.

 Como estrategia es una forma de anticiparse al futuro en el contexto de un conflicto. El populismo al ser una estrategia se desarrolla siempre en el ámbito del conflicto entre fuerzas distintas y con proyectos diversos.

 Son tácticas del populismo: catastrofismo, criminalización de los rivales, militarización, nacionalismo exacerbado, el desprecio a los expertos, ataques a medios de comunicación y a los periodistas, erosión del régimen de poderes constitucionales, mesianismo y utopismo. El populista sabe exactamente el qué y el porqué de sus acciones de gobierno: manipular al pueblo.

La polarización es otra estrategia de gobierno manipuladora para obtener, conservar e incrementar el poder del populista o de la estrategia populista. En la polarización todo lo que puede dividir a la sociedad en grupos contrapuestos sirve a la estrategia: buenos contra malos, antiguos contra modernos, liberales contra conservadores, ricos contra pobres, demócratas contra autoritarios, honestos contra corruptos, etc., no habrá término medio, se es o no se es, esa es la cuestión. Desde luego, el gobierno siempre será el bueno.

La utilización de la estrategia de la posverdad es un dispositivo más de manipulación. No es que el gobierno mienta con alevosía y ventaja, sino que tergiversa la realidad, lo enturbia, lo manipula para provecho del gobierno, crea duda sobre un acontecimiento que lo perjudica o exalta aquél que lo beneficia o se llega al propio invento de la verdad. Por otro lado, la desinformación y la confusión son recursos cotidianos de la posverdad.

En sentido estricto, la política implica una lucha por la interpretación de la realidad y la imposición de esta interpretación, es un logro del poder político. La interpretación de los hechos permite al gobierno tener espacios de maniobra para resolver los problemas. La verdad no es el problema principal de la política, son por el contrario, la eficacia, la oportunidad, la eficiencia, lo viable, lo posible.

Frente a estas estrategias de manipulación vale el régimen de la democracia republicana, del gobierno constitucional, del ejercicio de la división y equilibrio entre los poderes institucionales y territoriales, de la presencia de una fuerte sociedad civil dialogante y participativa, del Estado de derecho, del Estado plurinacional y del pleno respeto por los derechos humanos y de los derechos civiles de los ciudadanos. Sobre todo del ciudadano formado, sólido y bien informado.

Los grandes problemas de las naciones, sus complejidades, originan el arribo de los populistas que para tales problemas complejos de la sociedad siempre tienen las soluciones más fáciles: la demagogia y la simplificación de los problemas. Gobernar es fácil nos dice el ocupante del palacio nacional del centro de la ciudad de México.

Gobernar al pueblo

Cipriano Miraflores

Parte sustancial del ejercicio del gobierno es el pueblo, se gobierna en nombre del pueblo, para el pueblo y con el pueblo. Esta idea es de aceptación universal, es un concepto netamente político.

Los gobernantes que consultan e interpretan la voluntad del pueblo se les denomina demócratas, los que ignoran la consulta e interpretación se les conoce como autócratas. Los que consultan e interpretan requieren del oficio de la operación política y del arte de la política, los autócratas que son pura voluntad, es evidente, que no requieren de ningún arte ni de operación política alguna.

Si el pueblo requiere ser consultado, entendido y atendido, resulta que el pueblo tiene un poder originario, sólido, es voluntad poderosa, reconocida como soberana, nada y nadie por encima del pueblo.

 Entonces, el pueblo es voluntad de poder, donde no existe esta voluntad de poder no hay pueblo, hay servidumbre. Es pueblo o parte del pueblo toda aquella agrupación de ciudadanos que manifiesta, que expresa esta voluntad de poder.

Es pueblo o parte del pueblo es solo aquella que participa, orienta, reclama, marcha, exige al poder público su voluntad y su bienestar. Aquellos ciudadanos que no se agrupan para estas exigencias no se les pueden considerar pueblo o parte del pueblo, cuando mucho se les puede considerar población.

Pueblo entonces, es aquella asociación política que forma Estado para sus fines, sus razones y voluntad. La máxima expresión política de un pueblo es el Estado, el Estado, entonces, es el pueblo organizado bajo una voluntad determinada. Entonces, si se gobierna en nombre del pueblo, se asume legítimamente la dirección del Estado.

 Si se gobierna autocráticamente se desconoce al pueblo, por tanto, es una usurpación del Estado, se gobierna en propio nombre del gobernante o de su grupo.

Esta asociación política llamada pueblo, debe de tener alguna naturaleza, que en primera instancia debe ser histórica, cultural, económica y psicosocial. Desde el punto de vista de los gobernantes, apegarse a la idea de que el pueblo, porque conviene políticamente que sea así, no ha variado, en lo sustancial gran cosa, que sus pasiones, sus instintos, sus sentimientos siguen la misma ruta de siempre, parecen inalterables, obedecen a la misma lógica.

Su amor, odio, ambiciones, deseos, permanecen idénticos a través de los siglos y solo manifiestan los medios y sus maneras de expresarlos. Si esto es así, gobernar al pueblo sirve saber de su historia o más correctamente, de sus historias.

 Si el gobernante sabe administrar las pasiones de los hombres asociados obtendrá el éxito de gobierno deseado. Desde luego, esto requiere de mucha experiencia, oficio, conocimientos, de astucia y de mucho tacto, pues no es fácil aprovechar de la potencia y de los desbordamientos de las pasiones humanas.

 Si piensa que puede bastar el tiempo, las ciencias, la moral, la ética, las leyes, la fuerza, está muy equivocado. Al pueblo se le gobierna con dispositivos, es decir, por mecanismos y artificios eficaces. Algunos dirán que al pueblo se le gobierna sin razones.

Por eso, un código moral para el pueblo es inútil, alejarlo de sus pasiones, de sus deseos, de sus motivaciones, de aquí el fracaso, de siglos, de las religiones, solo la política es capaz de señalar rutas para desbocar esas pasiones, la política no puede transformar las pasiones humanas solo les da dirección con sus propias fuerzas.

 Mientras viva en asociación política el hombre no puede rehuir o huir de sus pasiones, solo lo puede lograr en la soledad del desierto o de las montañas. Asociado políticamente pierde mucho de su individualidad, por ende, de ser dueño de sus pasiones.

En el pueblo, como en los niños, predomina lo sensual, lo instintivo, lo pasional, lo inconsciente sobre la inteligencia, se rigen por explosiones súbitas e inusitadas de la voluntad, ni unos ni otros persiguen conscientemente fines, solo los gobernantes están en capacidad de hacerlo.

 Entonces, gobernar al pueblo es como gobernar a infantes, no a adultos, en esto hay pedagogías experimentadas, como el Príncipe de Maquiavelo. No hay razones para gobernar al pueblo solo dispositivos, engaños, simulaciones, disimulos. La mejor manera de enseñar a gobernar a alguien es el conocimiento profundo del niño.

Pero sin las pasiones los pueblos no son nada, son motivo de todo tipo de coloniaje espiritual, político, social e ideológico. Un pueblo sin voluntad, sin coraje, sin carácter, sin miedo es un pueblo manso, motivo de servidumbre.

 Por eso el gobernante requiere de una formación especial, de oficio y de carácter para aprovechar las pasiones del pueblo para su propio bien.

Controlar a colaboradores

Cipriano Miraflores

El gobernante no debe temer las conspiraciones de sus opositores si sigue la regla básica de la estabilidad política: estar atentos a la satisfacción del pueblo y de los poderosos. Tener contentos a estas dos categorías sociales es una norma básica de la operación política.

 Enfrentar al pueblo o a los poderosos la prudencia marca que ni pensarlo. Enfrentar las necedades del pueblo en ciertos momentos del gobierno, requiere de una operación política eficaz, el pueblo es sensible y solo por esta verdad será posible poder modificar su conducta respecto a las políticas de gobierno, la persuasión y no la fuerza es el medio adecuado para la relación con el pueblo.

Habría que recordar que el pueblo es igual a los niños, es caprichoso, egoísta, demandante, regularmente cambia de parecer de momento, es más voluntad que razón.

 A los poderosos si no hay de otra para enfrentarlos solo vale la fuerza, pues estos en la defensa de sus intereses no entienden de la persuasión, en toda negociación con ellos, la condición del gobierno es mostrar el músculo correspondiente. La actualidad esta tesis de Maquiavelo no puede ser más certera ante el fortalecimiento de las demandas del pueblo y de la hegemonía constante de los poderosos capitalistas y de sus Estados, que han acogido con gusto la nueva época del proteccionismo estatal.

Respecto la relación con los poderosos es necesario, nos recuerda Maquiavelo, considerar a los que están dispuestos a unir su suerte a la del gobernante y los que no lo están. A los primeros, a condición de que no sean voraces, habría que honrarlos y tenerlos en alta estima, así como amarrar en buenos términos lo negocios que dentro de los términos legales se pueden hacer.

En el caso de los segundos, es necesario hacer la distinción entre los pusilánimes y los ambiciosos. A los pusilánimes es posible integrarlos en los asuntos del gobierno, su propia pusilanimidad lo hace posible, en cambio, a los ambiciosos más vale considerarlos como oponentes a fondo, incluso considerarlos enemigos del Estado.

Se entiende que este ejercicio de operación política hay desarrollarlo con sumo espero y teniendo en cuenta todo el proceso de la operación política. A los enemigos del Estado, vale los instrumentos de la Razón de Estado pues no basta con las de la política.

Otra regla maquiaveliana es que la fortaleza del gobierno se puede encontrar mejor en los recién incorporados al gobierno que los que acompañan al gobernante desde el principio. Los recién integrados serán más esforzado de su lealtad y trabajo hacia el gobernante, puesto que hacen todo lo posible por desvanecer su mala opinión de inicio, por el contrario, los amigos de siempre llegan a creer que ya hicieron lo necesario y creen merecer mucho por la longevidad de la amistad, muchas veces la traición nace de ellos y no de los recién incorporados.

Los más destacados de la sociedad es más fácil incorporarlos en todo tiempo, en cambio, a los amigos de siempre no siempre es fácil deshacerse de ellos en caso de no estar rindiendo lo suficiente en las labores de gobierno.

 Asimismo, vale considerar otra regla básica para la estabilidad de los gobiernos, que consiste que vale más incorporar al gobierno a personas por la nobleza, carácter y del modo de gobernar del príncipe, fundamentalmente por sus propósitos, que por favores o dinero.

La construcción de un gobierno por pago de favores o por dinero, es la manera más fácil de crear inestabilidad y corrupción, es construir un gobierno sobre arena. Los lazos creados por los favores y por el dinero son muy fáciles de distorsionarse, esta es una verdad.

 La estabilidad de los gobiernos, respecto a los colaboradores, amigos o recién incorporados, es necesario inculcarles que todo se puede acabar si no tienen la disposición necesaria en el trabajo, la disciplina y de la lealtad al gobernante, esta consideración se hace considerando a los hombres que se mueven por interés, necesidad y miedo.

 En este caso, manejarles estos sentimientos para lograr la estabilidad del gobierno es uno de los aspectos del oficio político. El juego de la conveniencia de los colaboradores es uno de los aspectos en que se debe preparar el gobernante, no controlar y manejar a sus colaboradores es el principio de decadencia para cualquier gobierno.

El tirano

Cipriano Miraflores

Queda muy claro que la vida cívica, el gobierno cívico, sólo es factible en el marco de la ley, sin éste es muy complicado tener una República. La razón es el otro elemento de la vida cívica, sin ley y razón es difícil encontrar las libertades y la seguridad que son los fines del Estado cívico.

El gobernante cívico tiene que ser un arquitecto de la política y de las instituciones. Es un moderador de la República puesto que debe mantener el curso de la República y sobre todo, situar a cada ciudadano en el lugar más apropiado. Esto de mantener el curso de la República es el verdadero sentido de gobierno, el ejercicio del mandato es precisamente para mantener el curso y no es un acto de dominio per se.

Este mantenimiento del curso de la República es mucho más complicado si esta República se halla infestada de corrupción, incluso por el hacho de la corrupción deja de ser considerada una República. En un régimen corrompido es necesario cortar desde la raíz, desde su Constitución y sus leyes y restablecer la vida cívica, es decir, la vida política propiamente dicha.

El moderador y el reformista deben saber el oficio de la política, es decir, ser habilidoso, elocuente, persuasivo y saber deliberar con prudencia. Por eso, en el diseño del nuevo régimen se debe usar la belleza y precisión del arquitecto. Las virtudes que deben tener el moderador y este arquitecto de gobierno y de la política deben combinar bien las diversas virtudes del gobernante.

La fortaleza sin prudencia es posible que se transforme en temeridad, que no es siempre una virtud para todo tiempo y espacio. La prudencia sin justicia es posible que adquiera el carácter de astucia o malicia. La templanza sin fortaleza es irremediablemente pereza, asimismo, la justicia sin templanza se puede corromper y convertirse con seguridad en crueldad (Viroli: 2009). Desde luego, un gobernante virtuoso es el que tiene estas cuatro calidades: Justicia, prudencia, fortaleza y templanza.

Desde luego, el gobierno por operación política está lejos el gobierno por tiranía, la operación política se instituye para salvar la República cívica, no es un fin en sí mismo, en cambio el gobierno por tiranía es un fin en sí mismo, de esto no cabe duda. Las metas de gobierno son perversas, las de la operación política son políticas para el bien común.

La secritud de los asuntos públicos es norma del tirano, sólo cuando son perniciosos es asunto de operación política. El tirano es proclive al fomento de la discordia entre los ciudadanos, tiende a la humillación de los más importantes. El gobierno por operación política gusta de la unidad de los ciudadanos, facilita la toma de decisiones, sólo maneja aquellos influyentes que pretendan superar la fuerza del Estado.

 En la tiranía se prohíben las reuniones públicas de los ciudadanos para evitar la construcción de cualquier fuerza que se oponga al gobierno, los invita exclusivamente a sus asuntos privados y particulares, sin preocuparse de los asuntos del Estado que es cuestión exclusiva del tirano. En el gobierno por operación política sólo es prohibido una reunión pública si pone en riesgo la seguridad de la población e informando a los ciudadanos del hecho.

El disimulo es propiedad permanente del tirano, por operación política, sólo en caso necesario. La ambigüedad y la falta de claridad son características del tirano, en la operación política la precisión; el tirano asienta la cabeza para decidir, en la operación política se expresa con decisión el mandato. El tirano gobierna por la pasión, en la operación política, precisamente sólo por la razón.

 En la tiranía toda depende de la voluntad del gobernante, en la operación política todo depende de la ley y de sus márgenes. En la tiranía no hay manera que la sociedad reciba las bendiciones de la buenaventura, no hay paz ni concordia, ni justicia, ni benevolencia, mucho menos prosperidad. En la operación política, en todo tiempo se busca la paz, la armonía, la justicia, la benevolencia, sobre todo, la prosperidad de la población.

El gobernante locuaz

Cipriano Miraflores

La otra cara de la moneda del modo de gobernar por operación política es el gobierno cívico, no hay de otra, es uno u otro en el oficio de gobernar, en ambos casos se logra la eficacia de gobierno. En uno, el camino es más corto, la operación política; en el otro, el gobierno cívico, es mucho más largo, el camino por las grandes dificultades en su constitución y construcción.

Los gobernantes prácticos han hecho de estos modos una combinación que ha resultado conveniente en el mejor de los casos, algunos le han llamado gobierno mixto a esta combinación, lo difícil es conocer los grados de la mezcla y combinación exacta, esa es la cuestión, se ha dicho que la exacta combinación ofrece mayor y mejor estabilidad de los gobiernos y regímenes.

Conviene destacar que el gobierno cívico empieza con la imperiosa necesidad de que el gobernante haya aprendido primero a gobernarse a sí mismo. El gobernante que se deja gobernar por sus pasiones, deseos e intereses particulares, difícilmente tendrá éxito en el gobierno.

 Por otro lado, quien aspira a dominar a otros, para empezar, debe ser virtuoso para obtener éxito en todos los sentidos. Saber distinguir, a primera vista, la verdad del error. Estar bien informado sobre las costumbres, las formas de relación social y la historia del Estado que pretenda gobernar, esta disposición por lógica que parece, algunos gobernantes no conocen el suelo que pisan, esto es grave por las cuestiones de una buena operación política.

En el caso del gobierno cívico, la bondad del gobernante tiene que ser auténtica y sincera, que trae tranquilidad y libertad, la identidad en esta materia con la población es fructífera para la República. Ganarse honores públicos es el resultado del amor entre gobernante y gobernados, pues es bien cierto que la población ama a los hombres buenos, mucho mejor si son gobernantes. El honor a la verdad distingue al gobernante cívico, es una recompensa a su virtud, de eso no cabe duda alguna.

 El gobernante cívico tiene la necesidad de ciertos hábitos, gestos y lenguajes propios. En primer lugar debe de atender exclusivamente los asuntos importantes y excepcionales, no abrumarse demasiado, ni agitarse demasiado, ni implicarse en demasiadas cosas, un gobernante apresurado no es digno de confianza.

 Lograr la felicidad de sus conciudadanos es un objetivo viable, no pensar en sistemas, regímenes, utopías. Es más simple el objetivo del gobierno, hacer feliz a la gente. Se puede lograr de mil maneras, empezando por combinar bien, el pan, el espíritu y las libertades.

Nunca ser ostentoso en la mesa, no inclinar la cabeza sobre el plato y nunca pretender comer de más, la glotonería en política es de mal gusto ante los pueblos pobres.

Distinguirse en el vestir de manera especial es signo de gobernantes con estilo, no se trata de vestir caro sino de distinción, en el mejor de los casos debe ser sencillo, adecuado y limpio, dentro de lo especial que no quiere decir extravagancia, por ejemplo, Julio César se distinguía por ello. El vestuario debe de contribuir a dar imagen de moderación, decencia y buen gusto.

 El lenguaje del gobernante debe ser cuidadoso, incluso imitar a la naturaleza, el lenguaje es vínculo entre todos, un buen lenguaje vincula de manera más efectiva, es cemento que perdura en las sociedades y en los regímenes políticos.

 La adecuación del lenguaje de los gobernantes es un imperativo ético y político, pues debe incitar a la libertad, a la fraternidad, a la reciprocidad, a la prudencia y al buen gusto en el estilo y modo de expresión, por tanto, no debe de expresar lo primero que le venga en mente sino ponderar siempre las consecuencias políticas y morales del caso.

 Desde luego, es mejor expresarse en pocas palabras que en muchas, la expresión en pocas palabras demuestra pensamiento lógico, vivacidad de mente, énfasis de momentos calculados, sin descuidar meditar cada palabra pues la equivocación cuesta y mucho en gobierno y en política.

 Un gobernante locuaz, por lo regular, significa trabajo para la construcción de las ideas, incapacidad de síntesis, parálisis en la construcción de frases y oraciones, es signo de ignorancia y poca cultura, la locuacidad es signo de temeridad, insolencia e imprudencia, no hay males mayores en el oficio de gobernar que esto.

La marcha de las buenas conciencias

Cipriano Miraflores

 Que las ideas de los gobernantes tuvieran relación con la verdad, que los deseos se ajustaran a los deberes, el rostro a los principios de la justicia tal como los percibe el corazón, no es prudente en los tiempos modernos, los ciudadanos no requieren de un gobernante bueno, requieren, al contrario, de un gobernante eficaz.

 Para obtener resultados eficaces en la operación política es necesario aprender a adaptar las ideas y palabras a los prejuicios, intrigas y maquinaciones. Mientras se aplique las artes más perversas, se obtiene el favor del pueblo y se obtiene el mejor de las reputaciones: de buen gobernante.

 La marcha de las buenas conciencias en medio de maquinaciones y perversidades no es buena conseja, es necesario hablar y accionar bajo las mismas perversidades para poder salir avante en las operaciones políticas, además de obtener éxito se obtienen sendos reconocimientos, precisamente por la eficacia de los logros.

Andar en las tribulaciones del poder con un discurso de moralidad y de buenas consciencias, simplemente existirá un enconchamiento de los demás, una cerrazón, desconfianza. Actuar con sus mismas reglas y procedimientos hace propicia la posibilidad del golpe del poder. En un mundo de rufianes no vale el discurso de la moralidad. En este caso vale la acción de los principios de la operación política.

  Los gobernantes, entonces, deben de aprender a adaptarse a las circunstancias, simulando y disimulando sin distracción alguna en ningún instante, siempre en alerta para percibir los sentimientos, las ambiciones, deseos, pensamientos, planes e intenciones de los otros, de los demás. Sin esta alerta, sin este “parar oreja”, es muy difícil mantener estable el gobierno y mucho menos ser eficaz en el logro de los objetivos.

 Además conocer con mucho mayor detalle, quién se relaciona con quién y por qué, qué necesidades tienen, qué opinan, cuáles son sus preferencias, qué posibilidades de éxito tienen y qué estrategia utilizan, por eso, se dice con acierto que gobernar es espiar, informarse.

 Además de lo anterior, el gobernante bajo los principios de la operación política, debe de saber ocultar sus sentimientos, no hay gobernante más vulnerable que el que trasluce sus sentimientos. Ocultar sus ambiciones y deseos con la ayuda de la sutilidad de la simulación, vigilante y listo para aprovechar la ocasión en caso de presentarse.

Mantener el control de sí mismo y evitar todo signo de piedad con sus oponentes, es vital para alcanzar los objetivos. La consideración y la conmiseración no deben de ser considerados en cuenta en la operación política. Atacar al oponente con hechos y no con palabras rinde mejores frutos, desde luego, sin dejar de considerar que las palabras de los oponentes están llenas de trampas.

 Principio básico es no fiarse de nadie pero es necesario hacer creer a los demás que se confía en todo mundo, con esta actitud se gana reputación, estima de los intelectuales y de la gente común. El respeto se lo gana el gobernante cuando sabe de todos y lo hace saber adecuadamente. Es menester enmascarar las acciones en los colores ficticios de la honestidad y la bondad, nos dicen los clásicos.

Si además de gobernar bien, el gobernante desea obtener gloria, debe ceñirse a ciertas reglas básicas, como por ejemplo: querer hacer todo o pretender no hacer nada. Es increíble pero unos gobernantes al enfrentarse a los complejos problemas de gobernar, inician acciones de gobierno más allá de sus alcance, o en sentido opuesto, no iniciar nada, mantener las cosas como están, por el miedo de enfrentar los complejos y profundos problemas y conflictos de gobierno.

 Actuar por iniciativa propia y pretender lograr el objetivo solo es de verdad una estupidez, sin embargo, existen gobernantes que se atreven hacerlo, por otro, lado, los gobernantes pusilánimes pretenden que las acciones de gobierno lo hagan todos, tirios y troyanos, tampoco es concebible tal acción.

En cambio, procurar evitar las innovaciones, salvo que sean imprescindibles y se tenga la certeza que esas innovaciones mejorarán su reputación y su prestigio. De la misma manera,es prudente aparecer en público muy generoso, pero ser ahorrador en lo privado y en lo personal, lo segundo sustenta lo primero. Con la misma determinación con que se lucha en contra de los opositores se debe de luchar en contra de los placeres. Por el gusto por los placeres se olvida de las obligaciones de gobierno. Con la misma determinación buscar la gloria y la fama en la paz y no en la guerra. Esta propensión de buscar la fama y la gloria a cualquier costa de los gobernantes ha conducido a sus pueblos a la desgracia, buscarlas en la paz es el camino correcto. Es primordial siempre y es de buen ver, atender a los pobres y miserables y tratar a los demás bajo las reglas de la educación y del donaire.

Como es de observarse en el oficio de gobernar existen normas básicas, el abc de todo gobierno que los políticos deben traer como si fuera catecismo y son las reglas referidas en el anterior párrafo. La operación política nos introduce a fuerza en estas lógicas de las relaciones de poder, olvidar estas lógicas es caer en el campo de las ingenuidades políticas.

Hoy cuesta mucho hacer feliz a la sociedad

Cipriano Miraflores

Ante la igualdad que presupone la política, igualdad que nos ubica en situación inerme ante los propios ciudadanos, necesitamos que reconozcamos la superioridad de la asociación política, llamada Estado. Un Estado debilitado es grave para nuestra seguridad y existencia misma.

 Vale decir que la política de igualdad nos pone en peligro ante nuestra propia extinción La disyuntiva es: nos conservamos como especie o en una borrachera de igualdad que produce, valga la expresión, la desigualdad más feroz, sólo cabe la sociedad del mérito en una sociedad de oportunidades.

En la gestión pública desde la perspectiva de la operación política, se debe tener la capacidad de la adaptación a las circunstancias, simulando y disimulando, siempre alerta para percibir los sentimientos, las ambiciones, pensamientos e intenciones de los hombres en la sociedad y en los dispositivos del gobierno.

Al detalle se tiene que estar alerta de las relaciones entre los hombres, el conocimiento de sus necesidades, sus opiniones, sus preferencias, qué posibilidades de éxito tienen los que así se relacionan, el conocimiento de sus estrategias es de gran valía.

Qué ocultan, la sociedad es un mundo de las apariencias, en este caso, el uso de la mejor ocasión para la acción distingue la operación política. El control social se hace indispensable, tiene que ser invisible, la conservación de la vida y del bienestar de la gente lo vale, no hay mejor libertad que la propia existencia.

La piedad sobre los delincuentes deben ser cosas del pasado, el grado del castigo se da de acuerdo al grado de la falta, la mayor falta, los atentados colectivos y las afectaciones a la naturaleza. Los hechos valen por arriba de las palabras. No vale ninguna política de abrazos y no balazos, es una verdadera tontería. Claro desde la perspectiva del Estado, vale desde la perspectiva de la religión.

Fiarse de las personas ha costado demasiado a la población, sin embargo, para ganar reputación es necesario hacer creer que se cree en los hombres y en la propia humanidad, esto es importante para tener credibilidad y legitimidad ante la falta de credibilidad humana.

Enmascarar siempre las acciones con los colores ficticios de la honestidad y la bondad, la maldad humana no le gusta su propio reflejo, le asusta, lo rehúye, no es aceptable el reconocimiento de esta naturaleza humana, por ello, la existencia de un referente distinto es siempre motivo de tranquilidad. Es de observarse que estos dispositivos de Maquiavelo son ampliados y perfeccionados porque así son las nuevas circunstancias.

Hoy en día cuesta en demasía hacer feliz a los hombres, otorgarles seguridad y bienestar se ha vuelto el oficio de lo más calificado y complicado, ya no se trata de la aplicación de la lógica y del sentido común, las herramientas, los métodos, los procedimientos requieren de mayor claridad y profundidad, las estrategias y las tácticas han adquirido una nueva dimensión, la operación política se ha vuelto sofisticada.

 Un nuevo reto para los gobernantes. Estas ideas, muy contrarias al orden de las cosas pueden causar escozor en las mentes tradicionales, en los dogmáticos, en los costumbristas, a los principistas, nos pueden llenar de improperios, sin embargo, la realidad de las cosas requiere de nuevos paradigmas para conservar el mundo y para salvar a la especie humana.

 No hay otro camino, los dioses o Dios siempre requieren del creyente, del hombre de fe, el nuevo referente, la operación política, es sólo una herramienta, un dispositivo, un mecanismo que el hombre requiere para vivir bien y en paz, en el sentido, de que la responsabilidad de ello, será siempre de los gobernantes que para ello existen.

No hay de otra: necesitamos eficacia de gobierno

Cipriano Miraflores

Desde la óptica del Estado, los gobernantes tienen una vida plagada de preocupaciones, ansiedades, cargas, hasta impotencia para afrontar viejos y nuevos problemas de la modernidad. Es una vida de servidumbre y de incapacidades a los grandes problemas y conflictos de las sociedades cada día más demandantes y perseverantes.

 Ante esta impotencia de afrontar con éxito los conflictos y los problemas, los gobernantes se les abren el camino para cometer injusticias y sustraer los recursos públicos de manera irresponsable, sean de derecha o de izquierda, la ideología ya no importa. Peor si son populistas. La ansiedad de robar los recursos públicos, es incontenible por el simple hecho de ocupar un cargo público, la banalidad de la corrupción es un grave cáncer de la gestión pública de nuestro tiempo.

 El deseo de superioridad y del orgullo de ser considerados superiores en un mundo mediocre es el alma de los funcionarios de gobierno. Se puede afirmar que no soportan la igualdad ciudadana y no pueden vivir sin abusar de los ciudadanos más desprotegidos.

Sus ansias de poder y su sed de superioridad los vuelve un peligro para la sociedad, huyen de los ciudadanos honestos y buscan la amistad de los malvados y mezquinos, como los narcotraficantes y el crimen organizado.

Esta realidad, sencillamente no se puede abordar con éxito con la sola política es menester asumirla como un asunto de Razón de Estado. La mejora de la administración pública, como la parte más visible del Estado, se considera urgente, la operación política urge, so pena que los problemas y conflictos reduzcan al Estado como un simple espectador impávido ante esta espantosa realidad. La aparición de los superhéroes en el mundo de la ficción, es el reflejo de esta impotencia.

La apropiación privada de los recursos públicos, de la toma de decisiones que a todos concierne, del proceso de desaparición del lenguaje de lo público es mucho más grave. La velocidad de las alternancias de los gobiernos del mundo, es también reflejo de esta situación. A esta realidad algunos les llaman la impotencia de la democracia ante el exceso de las demandas, creo que se sabe que se debe al agotamiento de un modelo de gobierno y de la necesidad de la reconsideración de la praxis de la política.

Lo más grave del asunto es el inicio de un proceso, que parece irreversible, de que cada día más ciudadanos sólo les interesan sus asuntos personales y de sus asuntos domésticos, huyen de la política como de la peste. Consideran que es sólo la responsabilidad de los políticos y de los servidores públicos, por eso se les paga. El abandono es evidente.

 Con ello, el camino de la corrupción es de anchas avenidas o de la necesidad de mayor eficacia de la administración pública y del gobierno. La operación política eficaz o la Razón de Estado, parece como el único con capacidad para la solución de los problemas y controlar los conflictos. Además de que en una sociedad de ampliación de derechos y del aumento de las necesidades requieren de la existencia de un dispositivo y de acciones muy eficaces.

Ante la proliferación de los derechos, de las necesidades, pensar en la buena operación política es una necesidad. Muy lejos de la idea de la apropiación privada de lo público, cuando esta es una realidad, requiere de la reformulación de un contenido básico: lógrese el bienestar común, el ejercicio de las libertades, mediante la acción eficaz del Estado, del gobierno y de la administración pública y reformular aquellas cosas que limitan su acción.

 Parece que no hay otro camino. No será una dictadura de un hombre, de un partido, de un grupo; tampoco una tiranía, simple y llanamente, envuelve a este Estado, gobierno y administración pública, una República Democrática, en donde se debe hacer lo posible que el mandato de la eficacia es un mandato del pueblo soberano, la seguridad y el bienestar adquieren el estatuto de eficacia de la política.

Cuidado con los locos gobernantes

Cipriano Miraflores

El oficio para el manejo de las instituciones como el gobierno y el Estado, requiere de virtudes y especialidades como es fácil deducir, sin embargo, para el manejo del poder de las personas y de los grupos requiere de mayor especialización y amplitud en el oficio de la política. 

En ambos espacios debe estar el oficio de la operación política. En la defensa de la República se infiere un modo de la acción de la política, la defensa del Estado ante la posibilidad del manejo de un individuo o de un grupo para sus propios fines.

 Sin embargo, es prioritario nutrir las fuerzas del Estado ante la pérdida de libertad y de seguridad de la población. De esta manera, un primer objeto de la operación política moderna es fortalecer al Estado entendido como la asociación política de la sociedad para su propia conservación, autonomía y libertades. 

 La política, es bien sabido, que para conservar la República, se vale de principios, de valores, de la razón, de la justicia, de la ley, se vale ser eficiente, en cambio, para la conservación del Estado, solo vale ser eficaz, no hay de otra, los opositores cuentan, son demasiado peligrosos. Ante un loco gobernante que puede poner en peligro la misma existencia del orden político no caben miramientos.

 En la conservación de la República, existe una razón. La razón universal de la justicia, de la equidad, de la libertad, que necesariamente deben ser tomadas en cuenta a la hora de decidir, de legislar, deliberar, gobernar o administrar, es una recta razón.

 En cambio, la razón en la Razón de Estado tiene un carácter instrumental, es la capacidad de cálculo de los medios más adecuados para la conservación del Estado. Desde luego, que la Razón de Estado también puede pretender la conservación de la República bajo otros medios, pero cuenta la eficacia con que lo haga a partir del uso de los medios más acordes.

 El cálculo de los medios distingue a la Razón de Estado, el cálculo de los fines distingue a la política, ambas son útiles en el mundo moderno y ambas son materia de la operación política. La Razón de Estado le es propia saber de las pasiones, valores, principios y esperanzas de los hombres, a la política le es propia los cuidados de las instituciones, de las normas que hacen posible la convivencia política de seres tan disímiles.

 Aparece por esto el carácter persuasivo, de convicción, de responsabilidad, de vocación, para el mantenimiento de las instituciones y del buen uso de las normas, de su carácter valorativo, de la política, en cambio, la Razón de Estado, asume las cosas como son, al desnudo, a partir de la realidad se alza el dispositivo, del mecanismo, sea para resolver un problema o para controlar un conflicto. 

Los políticos de hoy se concentran en el manejo de los asuntos para conservar una República, estabilizar el gobierno, que se responda a las expectativas ciudadanas es el único horizonte, la acción administrativa del gobierno se asume como el mundo de la política, los principios y los valores fundamentales de la política sirven de referencia básica, no se alcanza a visualizar el grave conflicto de estar perdiendo el Estado.

 El proceso de pérdida del Estado es uno de los conflictos más importantes del mundo moderno, los datos sobre la desigualdad mundial, los grandes conflictos migratorios no son más que expresión de la decadencia de los Estados. 

La proliferación de la violencia en todas sus expresiones, del terrorismo, del narcotráfico, de la existencia de los gobernantes de los imperios que ponen en peligro la propia existencia humana, el mando sobre el poder mundial que tiene el capital especulativo, son los referentes básicos de la decadencia del Estado.

La lotería política

Cipriano Miraflores

Me parece un acierto formular como formas de gobierno en la historia humana en tres fámulas: una primera, es aquella que pone énfasis en las virtudes del gobernante. Esta formula nace con los propios gobiernos. 

La primera reflexión sobre este punto lo hizo el hindú Kautilya tres siglos antes de nuestra Era, en donde destacó las virtudes que tenía el gobernante para ser eficaz. Esta tesis se desarrolla en la historia humana, tiene su punto máximo con El Príncipe de Maquiavelo, hasta nuestros días, donde cierta politología sigue destacando las virtudes del gobernante. Esta literatura se conoce como Norte para Príncipes o Consejo para Príncipes.

La segunda fórmula de gobierno es aquella que apela a la voluntad del pueblo, aquella que lo define como el gobierno del pueblo, para el pueblo y con el pueblo. Debido a lo anterior, se ha buscado la mejor fórmula para que el pueblo gobierne. Como no existe otra fórmula más que por la representación, se llega a la conclusión que el mejor gobierno que apela al pueblo es el que tiene mejor sistema electoral, aquél que mejor exprese la voluntad del pueblo. 

La tercera fórmula de gobierno es aquél que sus instituciones políticas tienen una larga tradición, fundamentalmente democrática, a prueba de golpes de desvío o cambios autoritarios. Es lo que se suele llamar costumbre democrática. 

Desde luego, estas tres fórmulas no se presentan en formas puras sino combinadas donde una de las tres es predominante. Los mejores gobiernos son aquellos en donde predomina el desarrollo de las instituciones y las prácticas democráticas. Recuérdese que una de las instituciones fundamentales es la ley. Estos gobiernos se conocen como gobiernos constitucionales.

Para ilustrar mejor nuestra tesis vale poner como ejemplo nuestro país. Don Daniel Cosío Villegas, un ilustre historiador de nuestro México, da cuenta de la debilidad de nuestras instituciones políticas, por ello, no tiene más que recurrir a la primera concepción de gobierno, las virtudes del gobernante, así, desarrolla su investigación sobre las virtudes del personaje, en este caso, el presidente Luis Echeverría. Así nace su libro: El Estilo Personal de Gobernar. Donde es más psicología que Ciencia Política. 

Los mexicanos, a falta de nuestro desarrollo institucional, a falta de nuestro apego a la ley, a falta de costumbre democrática, recurrimos, con fácil alegría al mito del gran Tlatoani, al gobernante lleno de virtudes, al gobernante poderoso. El primer gobernante que quiso ser un demócrata, Madero, lo asesinamos vilmente.

Así que, nos urge un desarrollo institucional a la mayor brevedad posible, para no estar a expensas de gobernantes caprichosos, voluntaristas, que hagamos libros, como el de Don Daniel Cosío, para explicar el estilo personal de gobernar, como el caso del presidente López Obrador que ha sido objeto de más de una docena de libros tratando de explicar su estilo personal de gobernar. 

El predominio del poder de un solo hombre es un, arma de doble filo, es una lotería que nos jugamos cada sexenio, esto no debe seguir de esta manera, por el bien de todos. No apostemos a la fortuna sino a la voluntad democrática de todos. 

 

La mercantilización de la política

Cipriano Miraflores

La internalización de las relaciones mercantiles ha invadido también a las relaciones políticas, de haber sido una de las ciencias humanas más nobles, su mercantilización la ha convertido en una de las más innobles por haberse corrompido.

La adaptación de la política a la corrupción, es uno de los fenómenos más graves que afectan al bien común. Este fenómeno nos debe obligar a vincular a la política con la ética, vincular la búsqueda de la eficacia con la ética y en su caso con la moral.

La política como un negocio, como inversión, es uno de los fenómenos de nuestro tiempo que se debe combatir desde un nuevo Maquiavelo visto desde el republicanismo y de los dispositivos del oficio político.

La política en su acepción clásica fue el arte de gobernar las repúblicas bajo los principios de la justicia y con base en la razón. La política tenía que ver con el Estado, las instituciones políticas, las normas del derecho, el político aspiraba ser un estadista y no sólo un gobernante, en el sentido de llevar la nave del gobierno a buen puerto.

Hoy la política tiene que ver más con el manejo de la gente, de sus aspiraciones, derechos y necesidades, es más gubernamentalidad que gobierno, tiene que ver con la especie humana que con sus instituciones, esto le llama Foucault biopoder.

La política enfocada a las personas, a la gente, a la población, el oficio de la política estará limitada a la especie humana. Esta generalización de la acción política como biopoder, hace posible la reconsideración de la razón de Estado.

Legislar y manejo de la ley, así como de su aplicación, para impartir justicia, se entendía y se entiende como gobierno. Conservar la República y nutrir sus fuerzas es, en el sentido más tradicional del término de gobierno. En cambio, el arte de conservar el Estado, se trata de conservar el poder que tiene una persona, o un grupo de personas sobre las instituciones públicas.

 El arte del manejo de una República, entendido como gobierno, hoy se trata del manejo del poder de esa persona. Existe una diferencia radical entre el manejo de las instituciones para la realización de la justicia o en su caso del bien común y el manejo del poder de una persona o de las personas para permitir la dominación. En un mundo muy personalizado desde la óptica de la política.

 El manejo del poder de una persona, que puede ser una persona física o moral, de un grupo o la representación de una clase, esta persona o este grupo, no necesariamente se ubica en el gobierno, sino que esta persona o este grupo maneja al propio gobierno sin ser gobierno o al menos ubicar a su representante en la toma de decisiones de ese gobierno.

La adquisición, la conservación e incremento del poder de esa persona o de ese grupo le es menester la utilidad de la operación política. Es la política a ras del suelo. Por esta razón es muy útil el entendimiento de la política como dispositivo, como mecanismo, sobre personas o grupos.

 Esto plantea, desde luego, la profundización de la operación política y de tomar en cuenta la Razón de Estado como mecanismo para la conservación de la República ante la fuerza de los nuevos dispositivos y mecanismos de la política. Por ejemplo, el grupo que maneja el capital especulativo es una verdadera amenaza para toda República o el crimen organizado, inclusive el terrorismo.

Es claro entonces, que los dos manejos de la política implican dos formas diferentes de organizar la vida pública.

Vivir como el lobo

Cipriano Miraflores

La mirada encaminada al mejor gobierno de lo común en los términos de libertad ya no radica en el príncipe como lo fue en antaño, tampoco en el pueblo como se sigue defendiendo actualmente, sino en el régimen político, este es el nuevo soberano, el nuevo príncipe.

 La eficacia del gobierno, de verdad, depende menos de las cualidades del gobernante, tampoco depende más de la voluntad de los ciudadanos que cada día es más difícil traducirlo en eficacia gubernamental, hoy, se depende más de la eficacia del régimen político, del aparato relacional, del modo de relacionarnos para la búsqueda del bien común sin renunciar un ápice a las libertades.

Poner énfasis en el dispositivo, en el conjunto y de su red de relaciones y no en los sujetos como el gobernante, los ciudadanos o el pueblo, para alcanzar el buen gobierno en los Estados, tiene implicaciones muy importantes en los términos de la operación política.

Nos parece que hoy en día, estar sujetos a los humores de un hombre, a su voluntad, a sus virtudes, capacidades, ya no es viable, razonable, aunque tardaremos años en entenderlo y sustituirlo, por lo que es válido. Por otro lado, pensar, actuar, justificar todo en nombre del pueblo o de los ciudadanos, es también cada día más inútil ante hombres y mujeres que viven en el hoy y ahora, con poco interés en los asuntos públicos, mucho menos en los asuntos de Estado.

 Esto implica un cambio de las categorías y del lenguaje de la política. Por ejemplo, en lugar de dividir a la población entre derechas e izquierdas es conveniente dividirlos entre las personas que desean conservar nuestro planeta y los que les importa poco su destrucción, su muerte, la alternativa es, hoy en día, vida o muerte. O entre competencia y compartencia o cooperación.

 La competencia, si bien ha incentivado el progreso y el desarrollo humano, no se puede ignorar que ha significado el inicio del proceso de extinción de la vida de nuestro planeta y de la calidad de vida de las personas. Competencia o compartencia es la disyuntiva que se abre hoy en los análisis de los procesos gubernamentales. Los conceptos, las categorías y el nuevo lenguaje político debe de aparecer.

Además de la capacidad del gobernante, de los propios ciudadanos, para resolver los problemas y de atender los conflictos, se necesita de un dispositivo eficaz para gobernar con mayor eficacia, si damos al régimen político mayor importancia para ello, estaremos en el camino para dejar de concebir a la práctica política como la constante mera búsqueda del poder y considerarla como un artificio para lograr el bien común, la felicidad y el bien estar.

 La seguridad y el goce de la libertad de las personas son dos objetivos básicos del Estado y de los gobiernos. Hoy, estos dos valores están muy expuestos para su pérdida, los ciudadanos y la población están siendo sometidos por un proceso incesante de pérdida de la libertad y de la seguridad por el debilitamiento del Estado y del surgimiento de poderes extra estatales que lo cuestionan seriamente.

  Un Estado que garantice estos dos valores, por lo menos, no es posible desconocerlo como una institución de beneficio común. Los ciudadanos, los gobernantes, los inversionistas, los productores, los comerciantes, los niños, todos, necesitamos estar asegurados en nuestras vidas y propiedades.

 No sólo los fenómenos sociales, políticos y sociales requieren de la seguridad y de las libertades necesarias, también la seguridad de nuestro hábitat, nuestro planeta, nuestro mundo, repetimos, hoy en día, los hombres ya no es posible dividirlos por su lugar en la producción, distribución y consumo social, sino entre hombres que tratan de conservar nuestro planeta, nuestra naturaleza y los que tratan de destruirla.

Conservar nuestro planeta, necesita de un nuevo lenguaje de la política, no sólo se debe abordar de los derechos y necesidades de las personas, sino de los derechos que nacen de la relación del hombre con la naturaleza. Considerar al hombre por sí y para sí solo no es posible, es necesario considerar a toda la naturaleza. El lobo, por ejemplo, nos enseña que el colectivo es mejor para garantizar la vida.