Vivir como el lobo

Cipriano Miraflores

La mirada encaminada al mejor gobierno de lo común en los términos de libertad ya no radica en el príncipe como lo fue en antaño, tampoco en el pueblo como se sigue defendiendo actualmente, sino en el régimen político, este es el nuevo soberano, el nuevo príncipe.

 La eficacia del gobierno, de verdad, depende menos de las cualidades del gobernante, tampoco depende más de la voluntad de los ciudadanos que cada día es más difícil traducirlo en eficacia gubernamental, hoy, se depende más de la eficacia del régimen político, del aparato relacional, del modo de relacionarnos para la búsqueda del bien común sin renunciar un ápice a las libertades.

Poner énfasis en el dispositivo, en el conjunto y de su red de relaciones y no en los sujetos como el gobernante, los ciudadanos o el pueblo, para alcanzar el buen gobierno en los Estados, tiene implicaciones muy importantes en los términos de la operación política.

Nos parece que hoy en día, estar sujetos a los humores de un hombre, a su voluntad, a sus virtudes, capacidades, ya no es viable, razonable, aunque tardaremos años en entenderlo y sustituirlo, por lo que es válido. Por otro lado, pensar, actuar, justificar todo en nombre del pueblo o de los ciudadanos, es también cada día más inútil ante hombres y mujeres que viven en el hoy y ahora, con poco interés en los asuntos públicos, mucho menos en los asuntos de Estado.

 Esto implica un cambio de las categorías y del lenguaje de la política. Por ejemplo, en lugar de dividir a la población entre derechas e izquierdas es conveniente dividirlos entre las personas que desean conservar nuestro planeta y los que les importa poco su destrucción, su muerte, la alternativa es, hoy en día, vida o muerte. O entre competencia y compartencia o cooperación.

 La competencia, si bien ha incentivado el progreso y el desarrollo humano, no se puede ignorar que ha significado el inicio del proceso de extinción de la vida de nuestro planeta y de la calidad de vida de las personas. Competencia o compartencia es la disyuntiva que se abre hoy en los análisis de los procesos gubernamentales. Los conceptos, las categorías y el nuevo lenguaje político debe de aparecer.

Además de la capacidad del gobernante, de los propios ciudadanos, para resolver los problemas y de atender los conflictos, se necesita de un dispositivo eficaz para gobernar con mayor eficacia, si damos al régimen político mayor importancia para ello, estaremos en el camino para dejar de concebir a la práctica política como la constante mera búsqueda del poder y considerarla como un artificio para lograr el bien común, la felicidad y el bien estar.

 La seguridad y el goce de la libertad de las personas son dos objetivos básicos del Estado y de los gobiernos. Hoy, estos dos valores están muy expuestos para su pérdida, los ciudadanos y la población están siendo sometidos por un proceso incesante de pérdida de la libertad y de la seguridad por el debilitamiento del Estado y del surgimiento de poderes extra estatales que lo cuestionan seriamente.

  Un Estado que garantice estos dos valores, por lo menos, no es posible desconocerlo como una institución de beneficio común. Los ciudadanos, los gobernantes, los inversionistas, los productores, los comerciantes, los niños, todos, necesitamos estar asegurados en nuestras vidas y propiedades.

 No sólo los fenómenos sociales, políticos y sociales requieren de la seguridad y de las libertades necesarias, también la seguridad de nuestro hábitat, nuestro planeta, nuestro mundo, repetimos, hoy en día, los hombres ya no es posible dividirlos por su lugar en la producción, distribución y consumo social, sino entre hombres que tratan de conservar nuestro planeta, nuestra naturaleza y los que tratan de destruirla.

Conservar nuestro planeta, necesita de un nuevo lenguaje de la política, no sólo se debe abordar de los derechos y necesidades de las personas, sino de los derechos que nacen de la relación del hombre con la naturaleza. Considerar al hombre por sí y para sí solo no es posible, es necesario considerar a toda la naturaleza. El lobo, por ejemplo, nos enseña que el colectivo es mejor para garantizar la vida.

Restitución de la morada

Las necesidades convertidas en derechos humanos inherentes al hombre reta a la capacidad de los gobiernos, además de que día a día los poderes extra estatales son muy poderosos, como el capital, el crimen organizado y demás organizaciones de los poderes sociales.

 Si a esto le aunamos la demanda humana de libertad, no sólo como ausencia de orden y de controles por parte del Estado, sino como ausencia de toda dominación y orillar al Estado y al gobierno como proveedores de servicios y de seguridad. No al peso del Estado y del orden y si a la eficacia de servicios y entre ellas las de seguridad son los grandes retos de los Estados y gobiernos modernos.

Si a lo anterior le aunamos de un mundo más interconectado y sujetan a los Estados a los humores del capital financiero, fundamentalmente especulativo, a la influencia de las redes sociales como factores de gobernabilidad, no estamos ante el mejor mundo para gobernar.

  Nuevos dispositivos de política, republicanismo y razón de Estado son los grandes temas que contextualizan a la operación política, sino se entienden bien los temas anteriores, las operaciones políticas pueden tender hacia el fracaso.

En esta tesitura, por ejemplo, cambian algunos conceptos de la política clásica como virtud, que antes se entendía como calidad innata y hoy se debe entender como habilidad adquirida, enseñada, aprendida, practicada. La política, si bien no puede olvidar lo clásico, debe hacer entender y entender la realidad política con un nuevo lenguaje, que no rompa con la historia pero que tiene la obligación de actualizar.

Esta virtud es más necesaria ante relaciones políticas que tienen por referencia fundamental la corrupción. La virtud como habilidad se debe potenciar para poder sobrevivir en un entorno altamente corrupto. De aquí de la necesidad de instaurar la República Democrática para coadyuvar con los ciudadanos a una existencia digna. La República Democrática será la única vía para la existencia de un ciudadano honesto, con decoro, amor a la libertad y a la patria.

La República Democrática es una asociación de ciudadanos bajo leyes aceptadas en consenso en comunión de intereses. El consenso de las leyes abre la posibilidad de cuestionar el sistema representativo y presentar una alternativa que haga posible la norma básica de gobierno: mientras más ciudadanos participan en las decisiones públicas es más fuerte el Estado y el gobierno. Alcanzar la comunión de intereses mediante la participación ejemplar de los ciudadanos distingue a la República Democrática, la cual requiere de una versión aumentada y enriquecida de las tesis de Maquiavelo.

La República Democrática es el equilibrio entre la pasión y la razón políticas. La pasión te conduce al voluntarismo que es un camino fácil hacia la dictadura, entendida comicialmente. La razón es el camino más fácil a la tecnocracia. Simbiosis entre razón y pasión es un camino adecuado hacia el buen gobierno.

En un mundo globalizado, la idea de patria que trae la República Democrática es un incentivo a la participación política y a la defensa de la morada, que es la idea más cercana a la idea de patria que trae el republicanismo.

 La morada te trae la idea de familia, unidad en ella y por ella, situada en un territorio que se considera sagrado, remanso de descanso de los ancestros, lugar de manifestación del espíritu del pueblo, donde la ley nace de esta espiritualidad, sueños y esperanzas de la gente y de los moradores.

El amor a la patria es una condición mínima para lograr ese bien común en el contexto de la libertad, esta es la Nación cívica. En verdad, la Nación cívica, que es unión de la libertad con vida en común bajo las normas del derecho de consenso. Bajo esta tesitura el gobierno del pueblo es sustituido por el gobierno de las leyes, el gobierno de los hombres es sustituido por el gobierno de las instituciones. El fundamento de tal tipo de gobierno es el humanismo cívico. La universalidad de este humanismo es posiblemente un buen ropaje de la pérdida de las identidades locales, un proceso que avanza a una velocidad galopante.

Oligarquías electivas

Cipriano Miraflores

Parece maldición, pero así se manifiesta en la realidad, las asociaciones políticas humanas, llamadas Estado, una minoría electiva, por tanto, una oligarquía, manda y se hace obedecer, mientras que la gran mayoría obedece y se apega a los mandatos de esa oligarquía, que tiene por peculiaridad, en la modernidad, de ser electiva, mediante elecciones periódicas.

Esta realidad definida como la ley de hierro de la oligarquía, condena a la humanidad a ser gobernada siempre por una minoría. En un tiempo en nombre del cosmos, de los dioses; en nombre de la voluntad popular, que la teoría llama democracia; ahora en nombre de la Constitución. Esta última circunstancia le otorga una enorme legitimidad a la oligarquía electiva.

Ahora, si dentro de esa oligarquía electiva, en lugar de constituir un grupo deliberativo, uno de los suyos se atribuye o le es atribuido, facultades especiales que devienen en liderazgo, se asume como el vértice del pueblo, además de gobierno oligárquico, tenemos una dictadura.

La dictadura es una categoría política que solo en determinadas circunstancias deviene en tiranía, regularmente, tiene una misión a cumplir, por ejemplo, ganar una guerra, salvar al Estado, combatir una anomalía gubernamental, como la corrupción o en su caso, combatir la pobreza, todo ello concebido como males que atentan contra el Estado.

El dictador siempre está en los límites del orden jurídico. Cuando tiene necesidad de romper con el orden jurídico apela a la razón de Estado o en su caso, calificar sus acciones por razones de seguridad nacional, que para el caso es lo mismo.

Ante la complejidad de los asuntos comunes de las sociedades modernas, regularmente de masas, el aumento de dictadores en el mundo parece una cosa normal, se les confía capacidad para resolver los grandes problemas nacionales. Además del surgimiento de los dictadores aparecen los demagogos, que ante la imposibilidad de resolver, con eficiencia los problemas, utilizan el arte del engaño, de la espera y de la manipulación de las palabras. Entonces, la existencia de dictadores y demagogos es cuestión cotidiana en el mundo moderno.

   Consideramos que en los tiempos modernos la política como razón de Estado vuelve por sus fueros por las políticas proteccionistas, estatistas y medio para la seguridad de los propios Estados modernos. La política en nuestro tiempo se ha convertido, fundamentalmente como un problema de seguridad por encima del deseo innato del hombre de la búsqueda de la libertad.

 Garantizar la seguridad de la población es el bien común de las sociedades modernas. No sólo seguridad en el sentido de estar seguro en la existencia, sino seguridad de la existencia del ambiente y de nuestro planeta, de nuestro mundo. Seguridad ante las grandes catástrofes naturales y de las creaciones humanas, seguridad alimentaria, laboral, social, médica y jurídica.

 Los reclamos de estas seguridades de las poblaciones se han convertido en derechos que son un verdadero reto para los gobiernos. En qué momento las necesidades se convirtieron en derechos, es la problemática fundamental de atención de los Estados y gobiernos modernos.

Todo esto en medio de oligarquías electivas, qué cosa. Paren el mundo que me quiero bajar.

La embriaguez del poder

Cipriano Miraflores

Es evidente que el poder nos fascina a muchos, a los que no, es porque están muertos socialmente, viven en sus pequeños espacios y lo demás no les interesa, son los que ni en las elecciones votan.

La fascinación por el poder es por razones distintas, un modo de vivir, el sueño por la trascendencia, dejar una memoria, servir a la gente, por las injusticias que perduran, para obtener riqueza y prestigio, o simplemente es un llamado del alma.

 Ya lo dijo el filósofo Hobbes, es una inclinación natural de todo hombre y mujer. El deseo de conseguir poder, es perpetuo, incansable, que solo se termina con la muerte.

El poder es una potencia, es la capacidad de hacer real lo posible, a veces hasta lo imposible. Uno cree que el poder es un instrumento al servicio de la voluntad, más bien el deseo de poder engendra esa voluntad. Se suele ser entonces, sujeto de ese deseo de poder.

Otro pensador extraordinario, Spinoza, nos dice, el poder en su dinamismo, en su potencia, se oculta el secreto de la acción, la hibridación y proliferación de nuestros impulsos.

Como individuos, cada uno de nosotros, deseamos tener poder para afirmar nuestra identidad, para distinguirnos, independizarnos, hacernos autónomos, más libres, sin ataduras. El poder implica el enorme deseo de conocernos, desde sí mismos, el conocimiento de nuestra eficacia personal es un deseo que tratamos de obtener.

En este sentido, el poder es un deseo expansivo, que no tiene fin, sin embargo, cuando se enfoca a dominar a otras personas es la culminación de su dinamismo afirmativo, se tiene el enorme deseo del dominio hacia los demás como una afirmación personal.

Así, en toda posición y condición social, el político se siente más político cuando tiene la capacidad de imponerse a los demás políticos, desea convertirlos en instrumento de su voluntad, medio fundamental de su voluntad, para alcanzar los fines cuya visión lo embriaga, lo enloquece. El excesivo deseo de poder se vuelve una enfermedad del que es imposible eliminar.

Entonces, el poder es un modo de afirmarse en este mundo y de reconocimiento de los demás. Es la capacidad de imponer mi voluntad, en las relaciones sociales en que formo parte, contra toda resistencia, cualesquiera que sean los motivos de esta resistencia, el poder casi nunca pregunta por los motivos.

El poder no es solo eliminar los obstáculos para la realización de mis deseos, sino también impedir que otro pueda lograr su voluntad, es afirmación e impedimento.

Ante los excesos del poder de una persona, es inútil tratar de eliminarlo, porque es inútil, la historia lo ha demostrado, lo único que queda es controlarlo, dividirlo, en esto radica la teoría de Montesquieu. El poder controla al poder.

Todo esto es para explicar el poder en manos del Presidente Andrés Manuel López Obrador, que es en sustancia, hombre de poder, hombre de dominio, que seguramente después de su mandato, seguirá teniendo el enorme deseo de seguir embriagado por los dulces encantos del poder.

La educación comunal

La educación comunal se debe de distinguir de la educación escolar, aunque ambas se deben de complementar, pues la relación entre ambiente social, económico, político, cultural y ecológico entre la instrucción y educación es indisoluble.

La vida de un ser humano tiene una situación de vida determinada que es un lugar de aprendizaje, sobre todo de saberes y seguramente de prácticas determinadas. Este es el principio de educación comunal.

En cambio, la educación que imparte el Estado considera como iguales todas las situaciones en que se encuentra un educando en el territorio nacional, despojando al escolar de su situación concreta de vida. La llamada educación nacional desprende al estudiante de los saberes de su comunidad.

En este sentido, la educación comunal es lo que se aprende de las prácticas de la comunalidad, por ejemplo, desde temprana edad el niño aprende de la naturaleza del trabajo colectivo o de la reciprocidad. Que esto se aprenda en la instrucción escolar es motivo de la necesidad de la autonomía indígena en la educación.

Sustraerles a los pueblos y comunidades el manejo de su educación ha sido parte de la estrategia de colonización de las élites gobernantes. Cabe destacar que al inicio de la Independencia, el 25% de las comunidades indígenas tenían en sus manos la educación de sus niños.

Al crearse la Secretaría de Educación pública, por la idea de una educación nacional homogénea y por considerar la incapacidad de las comunidades de sostener una escuela, concentra el control de la educación de los niños mexicanos sin distinguir sus culturas. Lo anterior fue un duro golpe a las comunidades indígenas al presenciar el desprendimiento de sus niños y jóvenes de los principios y valores de la comunalidad e ingresar a la cultura de masas y del aprendizaje de valores individualizados y egoístas. A pesar de la diferenciación que hizo la Secretaría de la educación rural y urbana. Sin embargo, esta diferenciación se anula en 1934 por el proyecto de homogenización y control del Estado revolucionario.

El divorcio entre la comunidad y la escuela en los pueblos indígenas se acentúa por la marginación de las asambleas comunitarias de las decisiones escolares al formarse las comisiones de educación por los padres de familia, así, el comunitario que no tiene hijos en la escuela se ve marginado de la educación comunal.

El fenómeno se recrudece cuando el Estado, mediante la idea del indigenismo, toma en sus manos, de manera especial, la educación de los pueblos indígenas, con internados, misiones culturales, promotores bilingües del INI. Esta idea se verá minimizada con la difusión general de libros de texto gratuitos, en donde la educación indígena estaba ausente, para reparar esto a partir de 1990 se editan libros de texto en lengua indígena.

 A partir de estas experiencias, lo mejor, así lo ordena la lógica y la justicia, que los pueblos y las comunidades tomen en sus manos la educación de sus hijos de acuerdo a su cultura, de sus proyectos de desarrollo y a sus modos de vida, que por lo menos es más sano.

Falta prudencia, mucha prudencia

Cipriano Miraflores

Es ya clásico que la gran mayoría de las personas piensen en el hoy y ahora. Hoy se debe ser feliz porque el mañana a lo mejor no se llega. La inmediatez de la vida es lo que suele importar.

Para una persona a lo mejor puede ser válida esta manera de pensar, pero no para un político, para un gobernante. Se dice, acertadamente, que un buen político es aquél que piensa en el mañana de sus gobernados.

Por ejemplo, el deterioro de nuestro planeta es evidente, el agua pronto escaseará para todos, los recursos del subsuelo no son eternos, el mundo digital ya está entre nosotros, significa el control casi total de nuestra conducta, para algunos científicos este totalitarismo será más cruel que el de Stalin.

Es más claro, los gobiernos son cada vez más impotentes para resolver los problemas sociales, los mediocres y los incapaces acceden con mayor facilidad a las instituciones políticas. Para poder gobernar o sostenerse en el gobierno solo les queda la demagogia.

Esto puede ocasionar el ocaso de la democracia, los poderosos tomarán en sus manos todas las riendas de los gobiernos. Recuérdese que después de cada borrachera viene la peor de las crudas. A los poderosos ya les estorba la democracia.

Pronto se nos olvidan las enseñanzas del maestro Hegel, las leyes de la dialéctica. Toda realidad genera su antítesis, a la vez esta genera la síntesis. Así, la antítesis de la demagogia es el gobierno normativo, conservador, disciplinario.

Puede ser que como síntesis se tenga en el futuro el gobierno constitucional, republicano y democrático, que es lo más deseable. Pero para que esto suceda debemos esperar, por lo menos, cincuenta años. Los que están felices con el actual gobierno, en verdad, no piensan en sus hijos, en sus nietos, pues es casi seguro que será el origen del gobierno disciplinario.

Si no vea, estimado lector, el estilo de gobierno de la Cuarta Transformación está posibilitando la unión de todas las fuerzas que están en contra la demagogia, en contra del populismo, si bien esta unión contiene ciertas fuerzas democráticas, la gran mayoría son de fuerzas disciplinarias, normativas, conservadoras.

Así, los extremos del Presidente será la causa del mayor mal político para nuestro país: la muerte de la transición democrática. Así, él mató la transición y él generará el gobierno de la disciplina. Incluso, puede que sean los militares los que tomen el poder, pues ya sintieron la embriaguez del poder.

Así, el camino que está abriendo la Cuarta Transformación no es mayor democracia, sino su contrario. Por eso, los grandes pensadores políticos nos indicaron que no es el poder el medio idóneo para gobernar, sino la prudencia, esto le hace mucha falta al Presidente.

Estudiar nuestra situación, no hay de otra

Cipriano Miraflores

Es evidente que el capitalismo tiene signos que lo identifican en cada etapa de su desenvolvimiento, se puede hablar de al menos de dos etapas que se denominan modernidades.

Algunos filósofos y cientistas sociales han determinado el fin de las modernidades capitalistas bajo la denominación de posmodernidad. Todos los esfuerzos para la comprensión del tránsito del capitalismo, nos orientan para entender el lugar y nuestro papel, como pueblos indígenas, en estos contextos.

Debemos, entonces, partir de la crítica profunda de las teorías de las modernidades para determinar nuestras posibilidades de florecimiento alterno. Para algunos teóricos, la actual etapa de la segunda modernidad capitalista nos conduce al peor de los mundos si de nuestras libertades se trata.

La era digital de la modernidad implica un control eficaz de nuestras libertades por las grandes empresas en la materia, contando con la contribución del poder político, a esto le llaman el totalitarismo digital.

El método adecuado para entender la posición de nuestros pueblos, es reflexionar, qué es lo que nos han negado las dos modernidades capitalistas durante quinientos años.

Necesitamos hacer un esfuerzo teórico y metodológico. Situarnos primero desde nosotros, desde nuestros pueblos, partir de lo concreto, de cómo estamos, cuál es nuestra situación. Luego construir abstracciones, descubrir las leyes de nuestro desenvolvimiento en la historia, entender las contradicciones existentes, sobre todo saber comprender y comprendernos.

Hecho todo esto, solo así podemos volver a lo concreto, a nuestra realidad, pero ya pensada, ya comprendida, ya estaremos prestos para la acción, para las propuestas. Desde luego, esto no es fácil, no es sencillo, por eso son pocas las personas que han alcanzado este nivel.

A falta de un ejercicio como este, hace que varios intelectuales incluso convergentes con la lucha de nuestros pueblos, a la hora de plantear la discusión de nuestra libre determinación, de nuestras facultades autonómicas, somos fácilmente acusados de fundamentalistas, de indigenistas que pretendemos volver ingenuamente al pasado.

Parece ser que estos intelectuales se han acomodado muy bien en los placeres de la modernidad, que para ellos significa demasiado mantenerse al margen de la misma.

No se quiere entender que nuestros pueblos son de este tiempo, que sufren de las consecuencias y de las injusticias de las relaciones capitalistas y de las especificidades de la modernidad.

Se responde a acciones concretas en situaciones concretas. Es importante observar las acciones ambivalentes del régimen de la Cuarta Transformación, primero por la gran acción mediatizadora hacia nuestros pueblos y comunidades, mediante la utilización de los programas sociales y algunos programas de reivindicación, por un lado, y por el otro, afectar nuestros territorios y los recursos naturales que en él se encuentran sin medida ni clemencia.

Por tanto, entender nuestro momento y situación en este momento determinado es nuestra obligación. No sabemos si saldremos avante, pero por lo menos debemos intentarlo.

Hacernos escuchar y entender

Es innegable que la cultura dominante ha pretendido negarnos la universalidad que requerimos la nación indígena y sus pueblos, como mecanismo, como dispositivo político de ejercicio de su poder.

La idea de vernos como folclor y como los vulnerables encierra una estrategia de dominación, una estrategia de lucha de la conciencia de la élite dominante por no reconocer la injusticia de su acción.

Enmascarar a través de este dispositivo la realidad de nuestra nación – pueblos, le permite a la élite gobernante, encabezada por el titular del Poder Ejecutivo, de aparecer ante los ojos de la población nacional como el noble, el dador de felicidad, el tata, por tanto, como sujeto de veneración.

Para romper con esta doctrina e ideología, es necesario entender la realidad de nuestra nación – pueblos, mediante el planteamiento de un nuevo paradigma a partir de nuevas categorías y conceptos que la hagan entendible.

Lo primero es que haya intelectuales de los pueblos y desde los pueblos para la elaboración de esas categorías y conceptos, que rompan todos los dispositivos ideológicos y mecanismos que se ha valido la élite dominante y sus comparsas para la subsunción formal y real de nuestra nación indígena y de los pueblos que la componen.

Se necesita una descolonización que nos conduzca mostrar nuestros saberes, nuestros poderes, nuestro conocimiento y entendimiento, recuperar hasta la manera de entendernos, de identificarnos, de autonombrarnos, recuperar lo que nos liga como nuestras religiones, nuestras prácticas.

A partir de este auto reconocimiento, auto revalorización, auto entendimiento, seremos capaces de entender bien al otro, a los otros, así seremos capaces de valorar lo positivo de la relación y lo negativo enviarlo al cesto de basura de la historia. De verdad, el peso y totalidad de lo construido, durante más de quinientos años, es extraordinario, tan eficaz que existen millones de hermanos que se han subsumidos en la cotidianidad de la dominación vigente.

Nos han matado gran parte de iniciativa de rebeldía, los líderes de los pueblos han sido, salvo excepciones, cooptados y sometidos a los dulces encantos de los placeres del poder dominador.

Entendernos, esclarecernos debe ser nuestro problema, no problema del Estado y de sus intelectuales orgánicos, porque lo harán y lo han hecho desde sus intereses y teorías mediatizantes, desde de la perspectiva de los dominadores.

Nuestra liberación, nuestra emancipación, requiere destruir argumentativamente todo el aparato conceptual que se ha construido por más de quinientos y construir un nuevo andamiaje, desde la Ciencia Política y no desde la Antropología que ha sido partícipe del colonialismo.

Asimismo, deberá ser un marco conceptual desde los colonizados, oprimidos, condenados por la historia y por el pensamiento occidental.

Desde las montañas, desiertos, costas y selvas del territorio mexicano, desde nuestros pueblos y comunidades deberá nacer el nuevo pensamiento de liberación que harán de México más democrático.

Hablar de modernidad y posmodernidad, por ejemplo, son conceptos que invitan para desviarnos del verdadero problema, la existencia de la colonización.

La élite gobernante debe ser capaz de escucharnos y saber hacerlo, pero lo más importante es hacernos escuchar.

El poder de servir

Como si fuese una ley inexorable de la historia de la humanidad, como una condena, se sostiene que la historia humana se distingue por la existencia de una minoría que gobierna, que manda, que se hace obedecer, y por la existencia de una gran mayoría que obedece, que se somete a los designios de esa minoría.

Este hecho que nace por la sociabilidad humana, que nace de la sociabilidad animal, porque el hombre no es sociable por ser hombre sino por ser animal. La necesidad de la dirección de esta sociabilidad nace de manera natural, por ejemplo, en la caza, que necesita de las destrezas del mejor cazador.

Con el aumento de la asociación humana, con la aparición de las ciudades, la dirección de lo colectivo se institucionaliza, la dirección se vuelve poder, ya no hubo la idea de servicio a la tribu, al clan, aparece la idea del dominio, del mandato y de la búsqueda de la obediencia.

Este dominio, tuvo la necesidad de legitimarse, al no bastar la fuerza física y las habilidades personales, primero recurrió a lo divino, a las fuerzas cósmicas, vale recordar que los primeros mandatarios fueron los sacerdotes, luego recurre a la soberanía del pueblo.

El recurso de legitimarse a través del pueblo, se tuvo la necesidad de establecer normas y procedimientos para la elección de los mandatarios. Al ser respaldados por el pueblo, estos mandatarios se sintieron con poder, con facultades para mandar, ya no con base a las ideas del pueblo sino de acuerdo con sus propias ideas.

Como recurso legitimador, para mandar de acuerdo con sus ideas, argumentaron que mandaban en nombre de una clase, de la nación o del pueblo.

Con lo anterior, hubo la necesidad de saber el cómo acceder, permanecer e incrementar ese poder. De cómo manipular al pueblo mediante argucias para conservar ese mandato.

Como es lógico, la Ciencia Política estudió, analizó las mejores maneras y métodos para el logro del acceso, permanencia e incremento de este poder de mando, el estudioso Maquiavelo es uno de los representantes de esta ciencia, el filósofo Hobbes dijo que el deseo de poder de mando solo se acaba con la muerte

En los inicios del capitalismo, este monopolio del poder de mando fue muy útil para los fines de este modo de producción, le ayuda hasta alcanzar la universalidad de las relaciones sociales capitalistas.

En esta colaboración entre el poder político y el poder económico, el poder de mando lleva la penitencia: se contagia de la esencia del capitalismo, el poder del dinero.

Se vuelve normal entonces que los representantes, además de poder de mando busquen el poder del dinero. Casi todo se corrompe. El poder público se vuelve carga para la población, para el pueblo.

No se puede evitar que exista una minoría en la dirección de la cosa pública, de los asuntos comunes, pero si se puede evitar que tenga poder de mando, no solo que mande obedeciendo como lo manifestaron los neozapatistas, sino que no lo tenga.

El poder de mando se vuelva, se transforme, en poder de servicio, en simple y llana administración pública que significa servir a.

 Los grandes problemas públicos así lo requieren, baste mencionar el deterioro ambiental, los problemas de servicios básicos, de paz social, educación, salud.

Que nadie goce el poder de mando, necesitamos de personas públicas que sirvan, que estén sujetas a la población, no solo a esa entelequia llamado pueblo.

La mayoría deberá de mandar y hacerse obedecer.